domingo, 1 de abril de 2012

Malas prácticas

La sentencia de Jaume Matas, aún a la espera de la segunda fase del proceso judicial  y de futuros recursos, vuelve a sacar los colores a un sistema que ha fracasado en su mecanismo de control, esos mismos mecanismos que debían evitar que los ladrones de guante blanco utilizaran su posición para meter la mano en la caja del común. 

Resulta indignante, y desgraciadamente cada vez menos sorprendente, ver desfilar por los tribunales a las personas a las que, teóricamente, hemos dado el poder para gestionar los recursos del país. Pero, sin duda, este sentimiento es todavía más fuerte en una situación como la actual. La crisis ha destapado que la economía española era un gigante con los pies de barro, una pantalla sobre la que se ocultaba un modelo productivo débil, demasiado dinero negro y una sociedad que miraba a otro lado, pues le valía con las migajas que caían del festín que se estaban dando en las altas esferas.  Desde que comenzó la crisis, hemos visto el incremento de la tasa de paro, los desahucios, familias por debajo del umbral de la pobreza. Pero también hemos visto que no todos lo pasan igual de mal, que algunos se sirvieron bien de sus puestos como gestores de nuestro patrimonio y de nuestra democracia. El caso de Jaume Matas es sin duda grave, pero el dinero ahí desfalcado es “pecata minuta”  al lado de todo lo que ha pasado en España mientras estábamos en la “champions ligue” de la economía. Y no me refiero solo a las prácticas penalizadas por la ley, que son sin duda terribles, pues toda esa corrupción que salpica el territorio español y llega hasta los dirigentes políticos, aparte de costar dinero público, es síntoma de una democracia enferma y de la necesidad de una mayor transparencia. También me refiero a todas aquellas prácticas, que siendo legales, son inmorales e ilógicas para el buen desarrollo de un país, estoy hablando de aeropuertos de escaso o directamente sin tráfico aéreo, de edificios en localidades para albergar museos de dudoso interés cultural, de Museos de la Ciencia, de puentes donde no son necesarios, de exceso de kilómetros de alta velocidad ferroviaria… en definitiva una serie de acciones sobre el territorio, que generan un gasto terrible al ciudadano tanto en su construcción como en su mantenimiento … en el mismo sentido se pueden señalar los solapamientos en las administraciones públicas, los excesivos sueldos de determinados cargos políticos,  por no decir las duplicidades salariales de estos, o las hiperjubilaciones , es decir dinero, dinero y dinero que viene de los impuestos.

Atendiendo a esto e independientemente de las ideas políticas que uno pueda tener o del partido que uno pueda votar o de si se cree que puede haber otra salida a la crisis ¿Cómo puede un ciudadano entender que se le pidan esfuerzos extras en forma de recortes sociales, reformas laborales o subidas de impuestos regresivos? ¿Cómo se puede pedir al ciudadano que pague más mientras los corruptos se lo han llevado crudo o mientras aquí no ha habido justicia penal, ni siquiera política, ya que siguen los mismos, por derrochar dinero en infraestructuras absurdas o cuando hay sueldazos de políticos soportados por la administración?

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