Mostrando entradas con la etiqueta Sindicalismo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Sindicalismo. Mostrar todas las entradas

martes, 4 de julio de 2017

Sindicatos, interinidad y acceso a la función pública

Para el año que viene se habla de la mayor oferta de empleo público, entre ellos al cuerpo de profesorado. Al principio seguía algo más las noticias que iban saliendo al respecto, pero con tanta afluencia de estas y, muchas veces, tan contradictorias al final he optado por pasar y confiar en que salgan.

Voy a pasar por alto el hecho de que exista una alta tasa de interinidad (común en todas las administraciones), para la cual el gobierno se ampara en una restricción presupuestaria, que no impide la contratación temporal, y que choca con el estatuto del empleado público, que obliga a que las plazas de interino sean convocadas en la siguiente oferta de empleo público.

No, a mí lo que de verdad me molesta es la actitud al respecto de los sindicatos. No voy a negar que hace tiempo que no creo en ellos, de hecho pienso que su actitud ha sido pesebrera y que sus formas (de protesta y de organización) son más propias del siglo XX que del momento actual, por no hablar de los puntos negros de su financiación y de como también han formado parte del festín de la “casta”. Una de las cosas que más me gustó de PODEMOS en sus inicios es que cargaba contra todo, no tenía prejuicios que tienen otras organizaciones de izquierdas, en señalar también a los sindicatos ¡Ojalá siguieran en esas!

Pero en lo relativo a la próxima oferta de empleo público, su actitud, es muy lógica, pero algo cuestionable. Ya hay que pasar por alto que nadie se queja de como en las negociaciones sindicales han conseguido que se compute una puntuación excesiva la experiencia docente, sin que se exija como mínimo haber aprobado alguna de las pruebas del proceso de oposición. Algo, que, por cierto, solo ocurre en las oposiciones docentes, en otras, si no apruebas la oposición no puedes pasar al concurso, lo cual es lógico, porque si aceptas esta forma de acceso a la función pública como la más fiable (aceptamos pulpo como animal de compañía), no tiene sentido que puedas ejercer si has suspendido el examen.

En este sentido parece claro que los sindicatos que deberían haber luchado por la convocatoria anual de todas esas plazas para libre acceso de todos los ciudadanos en las ofertas de empleo público, han antepuesto los intereses de sus clientes incondicionales, olvidando que el ejercicio de los derechos de los ciudadanos es una materia excluida de la negociación colectiva, y que la oferta de empleo público es un elemento básico para asegurar el ejercicio del derecho de acceso a la función pública que el artículo 23.2 de la Constitución Española reconoce a todos los ciudadanos.

Pero lo verdaderamente indignante es como  durante las negociaciones hemos asistido al anuncio de un pacto entre Gobierno y Sindicatos para corregir la interinidad, a pesar de ser ellos mismos los que la han fomentado conculcando la legalidad y que supuestamente para corregir esas elevadas tasas se barajara la posibilidad de arbitrar procesos de consolidación de empleo temporal. Estos procesos deben ser diseñados para que todos los ciudadanos, puedan acceder a ellos en las mismas condiciones es decir, que no se prime o puntúe circunstancias o méritos que únicamente puedan ser cumplidos por esas personas que durante años ya se han visto beneficiadas de estos procesos poco transparentes de acceso a la función pública, porque al final se trataba de eso, no estamos hablando de personal laboral ni eventual, son puestos de trabajo reservados a funcionarios públicos, y como tales, debían haber respetado escrupulosamente los principios de igualdad, mérito y capacidad.

Es indignante que se hayan, o estén, barajando estas fórmulas. El sistema de acceso ya contempla la experiencia docente y reconoce a quien lleva años desempeñando puestos en régimen de personal interino en forma de puntos en el concurso. Si el sistema fuera justo no se debería, ni reservar plazas para estos interinos, ni elevar la puntuación del concurso hasta cotas que rompan el principio de igualdad.  


Luego me preguntan a mí, desde posiciones de izquierdas, por qué estoy tan cabreado con los sindicatos: JODER SI ES QUE SE LO BUSCAN. 

miércoles, 14 de noviembre de 2012

¿Para que sirven las Huelgas Generales en la actualidad?

Que las necesidades e inquietudes de la gente son cambiantes es algo palpable, es por ello que los sistemas y las políticas que en estos se aplican deben ser dinámicos y estar en constante evolución si quieren estar a la altura de la realidad. De no ser así, y no saber leer la coyuntura social, puede que el sistema como tal fracase, que es sin duda lo que nos podemos encontrar en la Europa actual.

Esta realidad cambiante nos muestra, una obviedad, en la que el movimiento 15M puso incapié, y es que lo que era válido en la transición no lo es ahora, es decir la partitocracia que dio a luz la dictadura en un contexto de posturas aparentemente irreconciliables, pasados los años, debería haber evolucionado a una democracia más participativa alejada de la alternancia, que no alternativa, que ofrece el bipartidismo.

Es esta línea se puede entender que muchas cosas deberían evolucionar en el sistema, no solo el modo de elegir a nuestros dirigentes, sino también el modo de evitar las malas artes aunando en una separación de poderes, o la forma en que los ciudadanos toman parte en las decisiones políticas. Pero a esto también hay que añadir la forma de protesta, porque la sociedad española ha cambiado mucho desde la gran huelga del 88, incluso de la huelga del 2002, que hizo que Jose María Aznar diera marcha atrás en el llamado decretazo. Además las condiciones laborales de entonces no son las de ahora, ya no solo que el paro sea una sangría, sino que fruto de ello y de los contratos en precario, donde los sindicatos mayoritarios tienen mucho que ver, no solo por su fracaso en su querido “diálogo social” sino por su permisividad hacia el Tratado de Mastricht que supuso la instauración en España de una política supeditada a los mercados donde ni siquiera se garantizaba el suministro de los servicios básicos al ciudadano de manera universal. Es decir,  en dos décadas la sociedad ha perdido el control de su democracia, que ha sido entregada por sus gobernantes a los intereses de sus acreedores, concretamente de los bancos alemanes. Esto se ha consolidado en este fin de ciclo del modelo capitalista actual, donde las democracias del sur de Europa miran hacia Berlín y obvian las necesidades de sus ciudadanos. Así nos encontramos en una situación muy diferente a la del 2002 o la de 1988, cuando las huelgas generales fueron masivas, cuando el derecho reconocido a la huelga estaba más cerca de ser una realidad al no depender tanto de la temporalidad, y unos gobiernos no intervenidos por el préstamo de dinero del exterior ni del pago de la deuda, sí escucharon a la calle y dieron marcha atrás en sus reformas. Ahora el gobierno actual  y el anterior, han dejado claro que el pago de la deuda es primordial, y como consecuencia lo es la obediencia a Alemania, es por ello que nuestro gobierno no dará marcha atrás a no ser que las órdenes vengan de Berlín.

Aún así, la sociedad se reinventa por sí sola, y sabe donde tocar al sistema, así como el 15M nos demostró que no hacen falta banderas para reivindicar nuestros derechos, ha conseguido que se centre el punto de atención en el tema de los desahucios con un movimiento de resistencia pacífica y desobediencia que ha puesto muy nerviosos a los gobernantes, pues pone rostros humanos a la política y en riesgo el sistema. En el mismo sentido nos encontramos con el asalto a los supermercados que tuvo lugar en Agosto, donde un grupo de sindicalistas señalaron con su acción el drama del hambre, y al igual que ha ocurrido con los desahucios, las reacciones de aquellos que defienden el sistema actual, a pesar de la pobreza y el drama, no se hicieron esperar.

Personalmente creo, que en el momento actual las viejas formas de manifestación, como la Huelga General, sirven para mostrar el descontento social, y es posible que puedan ser útiles si se canalizan hacia otros actos diferentes, más acordes con la realidad que nos atormente, como movilizaciones y acciones pacíficas en la línea de la legalidad. Sería raro pensar que el propio sistema se suicidara, es decir, que la ciudadanía pudiéramos cambiarlo, siguiendo las líneas de protesta que el propio sistema nos tiene reservadas.