Me ocurre que, por lo
general, no suelo seguir mucho la actualidad. Digamos que estoy un
poco cansado. Pero me ha resultado imposible abstraerme del debate
nacional sobre la independencia de Cataluña, que en realidad es un
debate sobre votar o no votar, es decir, sobre democracia.
Reconozco que no me
encuentro a gusto con todo lo que tiene que ver con el nacionalismo.
No comparto aquello de intentar dividir a la población en función
de dónde hayan nacido. Soy de los que piensa que un trabajador
catalán tiene más en común con uno castellano que con el
presidente del Futbol Club Barcelona, por ejemplo. Ya bastante
fragementada está la sociedad por el status que da el dinero como
para que encima metamos una división basada. Pero esto no quiere
decir que esté a favor de ese españolismo rancio, sencillamente
quiere decir que ideológicamente estoy en contra del nacionalismo de
cualquier tipo, también del que practican los gobiernos de España.
Ahora bien, desde un
punto de vista pasional, rechazo la imagen de cientos de “demócratas”
con banderas de España, incluso preconstitucionales. Mientras me da
bastante igual la de miles de catalanes en las calles pidiendo que se
pueda votar (que no independencia). Y sin embargo, me parece que hay
causas mucho más nobles en las que “perder el tiempo” (lo
siento, mi yo reivindicativo está en modo off).
Aún así, hay que ser
prácticos. Se debe comprender que, desgraciadamente, hay
reivindicaciones territoriales con las que hay que lidiar, y
respetarlas. No cabe duda de que la única salida es votar, sí, una
salida populista, una salida que apela a la gente y que permitirá
liberar toda la tensión que hay en la calle. Y a partir de ahí,
abrir la caja de los truenos y reformar el estado, pues está claro
que lo ocurrido en Cataluña es la constatación de que el “régimen
del 78” ha colapsado. Esto además abre una oportunidad a la
izquierda que debe aprovechar, si se juegan bien las cartas se puede
volver a abrir ese ciclo de cambio que se cerró tras las últimas
elecciones generales y dónde el asalto al cielo quedó en un susto.
De hecho, la izquierda, de la mano de Iglesias, Domenech y Colau, son
quienes están proponiendo algo diferente al choque de trenes.
Pero recordemos, la cosa
va de votar, no de independencia, eso vendrá cuando haya que
defender posturas. Y desde ese punto de vista, y en ese punto
programático, la izquierda debe estar con los nacionalistas.