Me había propuesto no
escribir ninguna valoración con tintes políticos sobre el momento
actual, no quería rebajarme al nivel de nuestra “clase” política
(digo “clase” siendo conocedor de lo que significa este término)
y entiendo que este no es el momento para tirarnos trastos a la
cabeza (pido perdón, por lo tanto, por escribir en este momento
esto, pero es que me está molestando mucho el debate). Además,
hablando de cabezas no la tengo para aguantar esa “crispación”
reaccionaria, más pasional que racional, que se puede atisbar en las
redes sociales.
Esta “parrafada” lo
único que pretende es quedar bien conmigo mismo, si molesta a gente
pido que lo digáis con respeto. Creo en el eje
izquierda-derecha, con sus matices y nuevas formas, opino que todos
tenemos algo que nos identifica en mayor, o menor proporción con uno
de esos dos términos. Todos tenemos mayor o menor afinidad por una
ideología lo que se traduce en apoyo a determinados partidos, si no
electoral, sí sociológico, participando de las opiniones de uno u
otro lado (si amigos y amigas, el ser “apolítico” no existe) y,
por supuesto, alimentándolas. Pero dicho lo cual, a mí siempre me
ha molestado mucho la falta de autocrítica y defensa a ultranza de
determinadas prácticas en función de la afinidad, muchas veces
diciendo una cosa y la contraria.
Una vez más la crisis
está sirviendo para que no estemos nadie a la altura. Desde luego
empezando por los ciudadanos, que viendo los datos de denuncias por
saltarnos la cuarentena, está claro que nos vamos a extinguir por
“gilipollas”. Pero siguiendo por los representantes políticos,
supongo que por aquello de que se parecen al pueblo al que
representan. Ha surgido un debate, alimentado por los grandes
partidos (esos cuyos miembros hacen el teatrillo en la tribuna del
congreso poniéndose a parir y luego de risitas tan amigos mientras
“la plebe” en la calle, o en las redes sociales, se crispa),
cierto es que por unos más que por otros, sobre quien tiene la culpa
de esta crisis, con dos posturas, que, en mi opinión, son las dos
caras de la misma moneda, pero claro, dependiendo quién sólo se
pone énfasis en una.
Por una parte tenemos la
responsabilidad en la gestión. Sin entrar a valorar el decreto del
estado de alarma, que creo que es bueno, aunque le falta contenido
que se irá completando (aunque si lo hubieran completado desde el
principio nos evitaríamos quebraderos de cabeza), creo que nadie
puede negar que el gobierno ha llegado tarde a poner medidas
contundentes para frenar la “pandemia”, alguno podrá decir que
como todos los países de Europa, pero eso no habla bien ni de
nosotros ni de todos los demás gobiernos europeos. Es cierto que es
una situación excepcional, muy nueva, y que si se hubieran tomado
medidas antes, probablemente la gente no lo hubiera entendido, pero
el gobierno está ahí para tomar esa decisión por dura que le
parezca. Esto es una certeza, molete a quien le moleste.
Por otra parte, están
los recortes en sanidad. Es una evidencia que la sanidad pública ha
sufrido una terrible devaluación desde 2009, desde los años de la
criss, de hecho en la comunidad de Madrid se han perdido según datos
del Servicio Madrileño de Salud, se han perdio más de 3000
profesionales. Además, como en todas las administraciones, ha
aumentado la temporalidad (hasta el punto de incumplir la normativa
Europea). En el mismo sentido, según el ministerio de sanidad,
España destina un 5,9 de su PIB de gasto sanitario, mientras la
media de la UE es del 7,5%, siendo del 2009 del 6,77 % y dónde,
Catalunya destina sólo el 3,9% (luego lo tapan con campañas
independentistas). Es decir, toda una serie de datos que hacen
imposible negar los recortes sanitarios, en un momento en el que,
pandemia aparte, es necesaria una mayor inversión dado el grado de
envejecimiento de la población. Aún así, con esto no quiero decir
que, de no haber habido recortes no estariamos en la situación de
“colapso sanitario” actual, dado que ningún sistema sanitario
está preparado para una pandemia. Ahora bien, no es lo mismo contar
con 2000 efectivos más que con 2000 efectivos menos (y lo mismo con
material sanitario).
En conclusión, se están
entrelazando dos debates que, en función de cual es la afinidad
política se realza uno u otro. Además se están realizando como
arma arrojadiza, de una forma muy violenta, en un momento en que no
necesitamos crispación. Cuando pase todo esto será el momento de
hablar, de aprender de los errores y de mejorar nuestra sanidad
pública y la fuerza de los recursos del estado, ya que al final
cuándo hay problemas es el que nos proteje.