martes, 26 de diciembre de 2017

Lo que esconde Carracastro

Pecamos de cortoplacismo, somos así (yo también), somos incapaces de ver más allá de la respuesta inmediata, queremos beneficios rápidos y si aparece algún problema tirar la pelota hacia adelante. Somos así, aunque quizás sea pesimismo.

Hace unos meses apareció en los periódicos una noticia sobre la instalación de un parque eólico en el término municipal de Tordesillas, concretamente en la Cuesta Carracastro (un cerro testigo), pensé: “bien, el ayuntamiento recibe dinero, que gastará en alguna chorrada, se generará algún puestecillo de trabajo, y salvando el impacto visual y el ruido no se producen excesivos problemas”. Lo que si me extrañaba es que no se hubiera hablado de esto y prácticamente la gente se enterara porque salió publicado en el boletín oficial, no le dí importancia hasta que hubo gente que me habó del yacimiento arqueológico que hay en ese lugar.

Poca gente conocía ese dato, y sigue sin conocer (o no quiere conocer), pero parece que en Tordesillas tenemos un auténtico tesoro arqueológico.  Carricastro guarda un asentamiento de la edad del Bronce de más de 1000 años, dónde se han encontrado restos que datan del siglo XV a.c. Allí, en diferentes prospecciones (nunca ha habido una gran excavación) se ha encontrado granito del sistema central y hachas, cuchillos, utensilios y demás objetos de bronce, así como goterones que señalan que  fue un lugar de fundición de bronce, algo que ya indica la importancia del asentamiento, pues lo normal era que, en el interior de la Península, al ser zona de menor contacto entre pueblos, no existiera proceso de creación sino solo intercambio. Además, si lo unimos al hecho de que en otros yacimientos se han encontrado apenas cuatro piezas de bronce y aquí han sido más de veinte hace pensar que podríamos estar en un importante centro económico de la época en el interior peninsular.

Cuando me enteré de todo esto esbocé una pequeña sonrisa porque pensé “seguro que el primer aerogenerador que pongan cogen y se cargan un edificio importante, encima de la necrópolis por ejemplo”. Me entristece, porque al final eso es patrimonio, es una huella de lo que fuimos, y egoístamente, no atender correctamente esto supone perder mucho más de los 200.000-300.000 euros que el Ayuntamiento de Tordesillas ganará.

El patrimonio arqueológico, cultural, histórico… es una posibilidad de desarrollo no solo municipal sino comarcal, una posibilidad que no nos deberíamos permitir perder. Se trata de un potencial recurso turístico, bien gestionado y vendido, claro, un reclamo para el turista que ansía consumir productos culturales diferentes. Es decir, una posibilidad de introducir dinamismo económico en la comarca, de hecho podría formar parte  de una red de productos patrimoniales, que a veces se echa en falta dado el empeño de los municipios de no colaborar entre ellos, la riqueza cultural que tenemos en nuestro entorno es inmensa, pero la sacamos poco rendimiento. Siempre me ha parecido un “lujo” que no se pueden permitir el hecho de que todos los municipios alaben su pequeña fuente o su pequeño monumento pero no sean capaces de colaborar entre ellos para venderlo dentro de una oferta turística diversa.

Yo no sé si que se contruyan aerogeneradores y que se inicie un proceso de puesta en valor de ese patrimonio que tenemos en Carracastro es algo compatible. Pero lo que sí tengo claro es que si no lo es, sitios para poner aerogeneradores hay muchos como para arriesgarnos a destruir un recurso de esas características. Creo que una puesta en valor de ese espacio podría introducir un reclamo para visitantes, no solo a Tordesillas, y eso también generará dinamismo económico, pero sobre todo vida en las calles y posibilidades de nuevos negocios o que se mantengan los ya existentes.


viernes, 15 de diciembre de 2017

El envejecimiento como negocio y sus posibles soluciones

De nuevo una alarma de un día de duración. No es la primera vez que los indicadores demográficos señalan un envejecimiento de la población, será la primera vez que el saldo vegetativo total es negativo, pero es que se veía venir. La pregunta no puede ser, por lo tanto, ¿Qué hacemos? tiene que ser ¿Qué hemos hecho hasta ahora? Porque antes de abordar planes futuros habrá que ver de dónde partimos, y el hecho es que en España, salvando Andalucía, hace tiempo que abandonamos las altas tasas de natalidad y que se consiguió aumentar la esperanza de vida.

Personalmente no me creo el discurso del “drama” demográfico, en todas sus vertientes,  porque creo que ningún partido político con capacidad de gobernar va a abordar el problema de raíz. En realidad es un problema enraizado en el modelo de desarrollo económico que nos hemos dotado y del que la oligarquía ha conseguido sacar rédito (la verdad es que es increíble la capacidad de adaptación del capitalismo), desde estabilidad política derivada de una gente mayor que es improbable que cambie el voto, hasta ganancias económicas ya sean a través de gestionar desde lo privado las necesidades de la tercera edad o empujando a la gente a contratar planes de pensiones privados con el discurso del miedo. Es decir, toda una serie de ventajas, para los que mandan que no van a querer perder.

Aun así, y aunque a base de una gran inversión económica, se pudiera paliar la caída de la natalidad con una política natalista importante (conciliación de la vida familiar, ayudas por hijos, a la emancipación, permisos de paternidad y maternidad, incluso se podría meter iniciativas para beneficiar al medio rural al respecto…), algo que no está demás, tenemos que tener claro que solo con esto no bastará, y no bastará porque hay una serie de elementos que no deben ser reversibles porque están en la base de nuestro desarrollo.

Por una parte tenemos las causas del aumento de esperanza de vida, de la caída de la mortalidad, como son mejoras sanitarias, alimenticias, higiénicas, buenos hábitos para la salud… es decir, una serie de mejoras que lógicamente deben seguir avanzando en la misma línea.

Por otra parte nos encontramos con la caída de la natalidad. Como antes he mencionado, si bien es cierto que se puede aplicar una política de natalidad fuerte, lo cierto es, que ya no será posible volver a las tasas de los años 70 cuando empezó a caer el número de nacimientos por mujer, en gran parte debido a la progresiva liberación de estas, algo que debe seguir en progresión: su incorporación al trabajo, a la educación, la mentalidad de mujer moderna… Elementos que han hecho que ya no todas las mujeres, parejas se planteen tener hijos y, si los tienen, haber atrasado mucho la edad para ello con lo cual el número de hijos por mujer es menor.


¿Puede mejorar esto como consecuencia de una política natalista fuerte? La respuesta es sí, pero no basta, hay que mirar a nuestro alrededor, incluso a nuestro país, para encontrar lo que ha funcionado. En nuestro país, concretamente, la caída de los nacimientos por mujer ha ido cayendo y solo cuando España se convirtió en un país receptor de emigración, de corte latinoamericano y africano, aumentaron estas. Pero no solo en nuestro país, países del centro y norte de Europa se beneficiaron de ello mucho antes. Por lo tanto, y aunque puede ser controvertido, lo cierto es que, la experiencia demuestra, que la recepción de inmigrantes es un seguro a la hora de combatir el sobrenvejecimiento. Como todo tendrá otras consecuencias, negativas si es mal gestionada (competir por los mismos recursos y servicios, choque cultural, utilización para precarizar el empleo…), pero es algo que ya se ha demostrado que funciona desde el punto de vista de aumentar el saldo vegetativo. 

viernes, 8 de diciembre de 2017

El juego de las banderas o el circo catalán

¿Cuál sería el debate mediático si no existiera el “proces”? Esta pregunta me surge porque a lo largo de estos meses he visto como siguen saliendo noticias en torno a tramas de corrupción, los desahucios siguen existiendo (y para colmo hay un repunte de la burbuja), las eléctricas siguen haciendo lo que quieren y para nada se plantean medidas contra la pobreza energética, hay un giro autoritario de la legislación, el paro empieza a ser estructural, no se han revertido los recortes en sanidad, hay un proceso de asfixia a los ayuntamientos para que se lancen a la privatización de servicios… Es decir, toda una lista de dramas y de escándalos que entre unos y  otros nos tapan con banderas. 

Para colmo no hay un debate sosegado, con datos, todo parece teatro, pero teatro que polariza y da alas a quien no tiene que dar alas. Por una parte, tenemos a los independentistas, ideando un relato engranado a través de una consulta que hubo sin garantías y empeñados en hablar de que España no es un estado democrático, con su división de poderes y mencionando constantemente a presos políticos. Refiriéndose a gente que está en la cárcel por saltarse la ley, no por su forma de pensar, leyes, que, por otra parte, desde el marco constitucional se pueden cambiar. Me parece un lenguaje muy agresivo, aunque entiendo que estamos en campaña electoral.  

Por otro lado tenemos a los llamados constitucionalistas, más bien señalaría unionistas (porque también Cataluña en Común quiere que se cumpla la constitución aunque quiera adaptarla a los nuevos tiempos) o “nacionalistas españoles” a los que les ha venido esto al pelo y piensan tensar la cuerda hasta sacar todo el rédito electoral posible, en el caso de algunos, incluso, dándoles igual si crean un problema parecido en el País Vasco, eso sí, luego con mencionar a Adolfo Suarez lo tienen hecho. No sé qué nuevo pacto constitucional quieren hacer cuando desprecian la plurinacionalidad del estado. Quieren, por lo tanto, solucionar el problema territorial aplicando las mismas recetas que lo generaron, es decir, la imposición de su idea de España.


Y detrás de eso, nos encontramos con la problemática social:  el drama de muchas familias que siguen sufriendo las consecuencias de una crisis económica, que yo no sé si se ha acabado o no, pero cuyos efectos siguen estando muy presentes. Dramas con nombre y apellido. Sigamos jugando al juego de las banderas mientras la fractura social es cada vez mayor.