No he podido evitar que
me viniera a la mente el poema de Miguel Hernández “Elegía”.
Curiosamente uno de mis preferidos, pero que, quizás, hasta hoy, no
había comprendido al cien por cien el dolor que de sus versos mana.
Te voy a echar de menos.
Me cuesta creer que ya no voy a recibir mensajes por sorpresa para
preguntarme opinión sobre algo o interesarte sobre que tal me va
todo, que, cuando vaya a un concierto dónde toque Mago de Oz no te voy a enviar el video de rigor, o que me recomiendes algún libro que creas
que me va a gustar, tu que me conocías desde pequeño, pues hemos
crecido juntos jugando en la calle, haciendo deberes del colegio o
sencillamente perdiendo el tiempo.
Me vienen recuerdos a la
mente, como la vez que hicimos un diario entre cuatro personas, aquel
verano que quedábamos todas las tardes para pintar el farol y te
cabreabas con nosotros porque ralentizábamos el trabajo, aquella vez
que me quisiste inculcar “amor” por los libros del señor de los
anillos y no conseguí pasar de la quinta página...
No sé si en mis manos
levanto una tormenta de piedras, rayos y hachas estridentes... pero
lo que sí sé es que me da rabia, y me muestro impotente. Es injusto
que tú que tenias toda la vida por delante ya no estés. Jamás le
habías hecho daño a nadie, nunca guardabas rencor y siempre tenías
una sonrisa para dedicar a todo el mundo. Cuanto hijo de puta habrá
que no muestra respeto ni por sí mismo y ahí sigue. Sí, la vida, a
veces, es una mierda.
Miro atrás con
nostalgia, pensando que, aunque ya no estuvieras cerca pensaba que
siempre te iba a encontrar por sorpresa en algún bar o saliendo de
casa de tus padres mientras me veías sonriente y me decías
“¡hombre, vecino!” y me doy cuenta que tenía muchas cosas que
contarte, compañera del alma, compañera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario