Era de esperar que en
esto de la lucha contra la despoblación, dónde ya se invierte mucho
dinero en congresos y poco en actuaciones, íbamos a escuchar de
todo. Durante la tarde de hoy, y dado que estaba haciendo tiempo
antes de salir a dar una vuelta, he decidido ponerme a leer ese
estudio (que me ha mandado un amigo para iniciar un debate que yo no
quería) en el que se señala a los refugiados como posibles nuevos
habitantes en municipios de la provincia de Valladolid, algo que,
según creo, ya se había propuesto en algún otro estudio dentro del
marco de una serie de propuestas para combatir la despoblación. Debo
decir que la primera vez que oí hablar de este estudio se me vino a
la cabeza un caldero de agua que tiene una pitera por dónde se va el
agua y que, para solucionarlo, en vez de tapar la pitera, echamos más
agua, con lo cual se vuelve a llenar pero se sigue vaciando. Pues eso
es lo que me parece esta propuesta a grandes rasgos, con el agravante
de que mal realizada podría conllevar otros problemas en los
municipios.
Lo primero que he hecho
ha sido fijarme en la ficha técnica, para ver cuales eran los
municipios propuestos dónde se había desarrollado el muestreo. Y
son básicamente, las cuatro cabezas comarcales más importantes de
la provincia y el área metropolitana. Pienso que vincular el proceso
que llamamos despoblación, y que ocurre en el medio rural, con el
medio urbano o periurbano como es el de los municipios colindantes a
la capital es un error de libro, porque los procesos por los cuales
se produce esa pérdida de habitantes no son ni mucho menos los
mismos, así como el envejecimiento y la desfeminización de los
núcleos. Por lo tanto nos quedarían las cabezas comarcales como
lugares afectados por esa dinámica de vaciamiento, que aunque
agravada con la crisis, lleva desde la mecanización del campo allá
por los años 60. Un problema, por lo tanto, si no de sistema
económico, si que vinculado al modelo del que nos hemos dotado.
Hay que señalar que, en
el estudio si que pone que todos somos muy transigentes, pero que
vemos ciertos problemas a la recepción de inmigrantes, por ejemplo
que afecte a la devaluación del trabajo. Me viene a la mente un
hostelero de mi pueblo diciendo, y esto es real, que no entendía
como la gente estaba en contra de la llegada de inmigrantes, que el
estaba a favor porque así les podía pagar menos que a un español.
Quizás este hombre sea muy cabrón, pero por lo menos tiene la
valentía de decir abiertamente lo que piensa, que no es el único
que “barrunta” de esta forma. Pero, en realidad, lo que me parece
importante en este aspecto, y es algo que más o menos se cumple, es
que, en espacios donde la gente tiene una forma de pensar
conservadora, costumbres muy marcadas, gran arraigo y relación entre
ellas.... la introducción de un sujeto extraño se ve con rechazo y
se dificulta la integración.
Por otra parte, creo que
es un error intentar utilizar el drama de los refugiados para
solucionar otro aspecto que no tiene nada que ver (mas que en el caso
remoto del sistema globalizado en el que vivimos y que relaciona las
dos cosas). No dudo que puntualmente puedan caer en alguno de estos
núcleos de población, pero no de forma generalizada. Pienso que, a
día de hoy, la ciudad está mucho más dotada para ofrecerles la
ayuda necesaria para unas personas que están huyendo del del horror
y a las que hay que dar ayuda a muchos niveles.
Por más que lo doy
vueltas, y por más que lo he debatido con gente, sobre todo este fin
de semana, sigo viendo más puntos negativos en esta propuesta que
positivos, así como negar que una propuesta así, de forma sectorial
sea eficaz en un problema que tiene profundas raíces.
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