“Ibamos a dar el
sorpasso y al final nos han dado un sopapo” Así sentenció una
amigo mío el día de las últimas elecciones generales, mientras
seguíamos el escrutinio en un bar, tomando una cerveza después de
una jornada dónde nos creíamos que algo “gordo” podía ocurrir.
Por primera vez la izquierda había actuado como la derecha,
apartando las diferencias y acudiendo conjunta a una cita electoral.
Por ello muchos nos habíamos comido principios, aceptado cosas que
en otros momentos no aceptaríamos, incluso involucrándonos en
campañas y proyectos electorales (no hablo solo de las generales).
En la puerta se encontraban personas más mayores como ajenas al
sentimiento de decepción que un servidor tenía, quizás porque
ellos ya habían vivido muchas derrotas de la izquierda aunque
tuvieran sabor a victoria. Por mi parte, lo más grande que yo había
vivido eran 11 diputados de IU que valían para poco y que si me
pilla unos años más adelante me hubiera comido el voto, y las maravillosas historias de mi padre señalando que la izquierda una vez tuvo 21, despertando así mi interés por la figura de Anguita. Ese día no
solo perdió la izquierda, se apagó la ilusión, le política dejó
de ser menos atractiva y volvimos a la estrategia de resistencia.
Toda esta
conclusión, que no se si será coyuntural, viene de la mano de todo
lo que estoy viendo relativo a Cataluña, pero es un proceso que arrastro de muy atrás. Aunque, personalmente pienso que
toda esa frescura que me enamoró de PODEMOS se ha ido perdiendo y el
último episodio es un debate identitario que me aburre y que no me
aporta nada ni me ilusiona.
Pablo Iglesias ha pasado
de ser ese tipo con coleta que hablaba para todos en las televisiones
a ser una persona que ha adoptado el discurso y las formas de una
izquierda “perdedora” y lo peor de todo es que con tanto cambio
de estrategia, dudo que ya tenga credibilidad si lo cambia. Ese
discurso valiente y desafiante, que convenció en el pasado, se ha
convertido en un discurso previsible y cobarde que ya he escuchado y
visto fracasar un montón de veces. La estructura de partido, las
formas, la retórica... todo eso ya es pasado. Es más, incluso se
han vuelto torpes delante de las cámaras, que era una cosa que antes
se les daba muy bien.
Da la sensación de que
el próximo ciclo electoral va a ser una ola de decepciones, yo, por
si acaso, en esta próxima etapa ya he decidido no comerme más
principios, que me pegué un empacho y me he indigestado. Al fin y al
cabo, ya no me pueden prometer el cielo y considero que principios es
de las pocas cosas buenas que tengo, me tengo esa estima y me jodió mucho obviarles por "una causa mayor".
No hay comentarios:
Publicar un comentario