Hace unos días saltó la noticia a
los medios de comunicación sobre el posible cierre de la central térmica de
Velilla del Rio Carrión. Me he fijado en las reacciones, y una vez más me
sorprende la falta de capacidad de análisis, de sensibilidad y de autocrítica.
Falta de autocrítica porque, como
siempre ocurre, lo ocurrido es consecuencia de una serie de toma de decisiones,
o ausencia de estas, en el pasado. En nuestro país ha habido ayudas para todo,
desde el propio estado, pero sobre todo desde la Unión Europea, dónde se ha nos
ha vendido que la lucha por la igualdad de los habitantes de todo el territorio
solo puede conseguirse a través de los fondos de cohesión, algo que en la
práctica se ha visto como algo no cierto, posiblemente porque no se han
aplicado correctamente, pero también porque el mercado y las políticas de
cuotas han asfixiado el modelo productivo de muchas zonas.
En las zonas mineras ha habido un
problema, el carbón no es rentable por diversas circunstancias: es más barato
en otras zonas europeas, hay nuevas formas de energía… Pero todo el desarrollo
de esas zonas estaba vinculado a la extracción y utilización de este. ¿Qué hacer?
La idea era buena, es decir, la lluvia de recursos económicos para subvencionar
el sector e ir diversificando el modelo productivo. Pero en la práctica ha sido
un desastre, la inversión no ha ido destinada a la construcción de una
alternativa laboral y económica. ¿Quién es el culpable? Las administraciones
autonómicas y locales no han utilizado ese dinero para dinamizar la zona, pero
a la vez los ciudadanos han vuelto la mirada a sus pueblos y lo han invertido
en las ciudades. En el futuro se debería empezar a buscar otro modelo de inversión
desde el estado, porque este no funciona.
Personalmente creo que es
importante, en la izquierda y en la derecha, analizar los hechos que nos llevan
hasta el momento actual, porque las cosas no ocurren por generación espontánea,
y una vez más, ha faltado el relato.
Por otra parte, me asusta la
superioridad moral de una importante parte de la izquierda urbana. Reconozco que siempre me he movido en una
constante contradicción en este aspecto, desde pequeño me han hablado de las
luchas obreras, dónde los mineros despertaban especial interés para mí, pero a
la vez, hay que tener en cuenta que el futuro pasa por las energías renovables,
y que conceptos como ecología, pacifismo y feminismo (aunque en algunos casos
estoy en contra de la forma que se tiene de conseguir los objetivos) forman
parte de la izquierda del siglo XXI. Ahora bien, para mí no es muy difícil pensar
que para mantener vivos determinados espacios, y luchar contra el vaciamiento
demográfico, es necesario promover perspectivas laborales y que se pueden cerrar
fábricas sin dar alternativas porque obligas a la gente a emigrar. Pues bien,
creo que hay un sector importante de la izquierda urbana que actúa mal, que
aplaude con las orejas el cierre de una central, que si bien hace tiempo tenía
que haber sido sustituida por otras alternativas para la zona, va a destruir
las perspectivas laborales de un espacio muy castigado por el mal hacer de las
administraciones. Un giro de tuerka más hacia la irreversibilidad del problema
de la despoblación en estos espacios. Pero
claro, desde la ciudad siempre se ha tenido una moralidad superior y se pueden
permitir decir lo que le conviene a cada uno sin preguntar.
Lo lógico es, cambiar el modelo productivo,
pero mientras tanto mantener la central abierta. Hay mundo más allá de la
ciudad, aunque no nos guste afrontar de forma consecuente sus problemas.
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