miércoles, 15 de noviembre de 2017

El cierre de la central de Velilla del Río Carrión, una contradicción para la izquierda

Hace unos días saltó la noticia a los medios de comunicación sobre el posible cierre de la central térmica de Velilla del Rio Carrión. Me he fijado en las reacciones, y una vez más me sorprende la falta de capacidad de análisis, de sensibilidad y de autocrítica.

Falta de autocrítica porque, como siempre ocurre, lo ocurrido es consecuencia de una serie de toma de decisiones, o ausencia de estas, en el pasado. En nuestro país ha habido ayudas para todo, desde el propio estado, pero sobre todo desde la Unión Europea, dónde se ha nos ha vendido que la lucha por la igualdad de los habitantes de todo el territorio solo puede conseguirse a través de los fondos de cohesión, algo que en la práctica se ha visto como algo no cierto, posiblemente porque no se han aplicado correctamente, pero también porque el mercado y las políticas de cuotas han asfixiado el modelo productivo de muchas zonas.

En las zonas mineras ha habido un problema, el carbón no es rentable por diversas circunstancias: es más barato en otras zonas europeas, hay nuevas formas de energía… Pero todo el desarrollo de esas zonas estaba vinculado a la extracción y utilización de este. ¿Qué hacer? La idea era buena, es decir, la lluvia de recursos económicos para subvencionar el sector e ir diversificando el modelo productivo. Pero en la práctica ha sido un desastre, la inversión no ha ido destinada a la construcción de una alternativa laboral y económica. ¿Quién es el culpable? Las administraciones autonómicas y locales no han utilizado ese dinero para dinamizar la zona, pero a la vez los ciudadanos han vuelto la mirada a sus pueblos y lo han invertido en las ciudades. En el futuro se debería empezar a buscar otro modelo de inversión desde el estado, porque este no funciona.

Personalmente creo que es importante, en la izquierda y en la derecha, analizar los hechos que nos llevan hasta el momento actual, porque las cosas no ocurren por generación espontánea, y una vez más, ha faltado el relato.

Por otra parte, me asusta la superioridad moral de una importante parte de la izquierda urbana.  Reconozco que siempre me he movido en una constante contradicción en este aspecto, desde pequeño me han hablado de las luchas obreras, dónde los mineros despertaban especial interés para mí, pero a la vez, hay que tener en cuenta que el futuro pasa por las energías renovables, y que conceptos como ecología, pacifismo y feminismo (aunque en algunos casos estoy en contra de la forma que se tiene de conseguir los objetivos) forman parte de la izquierda del siglo XXI. Ahora bien, para mí no es muy difícil pensar que para mantener vivos determinados espacios, y luchar contra el vaciamiento demográfico, es necesario promover perspectivas laborales y que se pueden cerrar fábricas sin dar alternativas porque obligas a la gente a emigrar. Pues bien, creo que hay un sector importante de la izquierda urbana que actúa mal, que aplaude con las orejas el cierre de una central, que si bien hace tiempo tenía que haber sido sustituida por otras alternativas para la zona, va a destruir las perspectivas laborales de un espacio muy castigado por el mal hacer de las administraciones. Un giro de tuerka más hacia la irreversibilidad del problema de la despoblación en estos espacios.  Pero claro, desde la ciudad siempre se ha tenido una moralidad superior y se pueden permitir decir lo que le conviene a cada uno sin preguntar.

 Lo lógico es, cambiar el modelo productivo, pero mientras tanto mantener la central abierta. Hay mundo más allá de la ciudad, aunque no nos guste afrontar de forma consecuente sus problemas.


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