Soy tordesillano, quizás es una
de las pocas cosas que tengo claras, en cualquier otro lugar si me preguntan de
dónde soy digo que de Tordesillas (aunque la gente no tenga ni idea de dónde
está), he sufrido las burlas por todo el tema relacionado con el Toro Vega, y
aun no gustándome me he puesto, por mera situación de cercanía, al lado de mis
vecinos, me encanta tomar el vermut, alternar y estar con mis amigos,
Septiembre es uno de los mejores meses del año, las fiestas de los pueblos son
de obligado cumplimiento, la noche de reyes me disfrazo por que sí, Juana es mi
Reina se ponga su hijo como se ponga, el Tratado de Tordesillas el
acontecimiento más importante que hubo y habrá, confundo dejar con quedar, soy
leísta, y alargo las vocales cuando hablo… ¿Qué pasa? Pues eso, que soy de
tordesillano aunque hay que ver cómo somos los tordesillanos.
Durante un tiempo llevo viendo en
el periódico noticias relativas al fallido proyecto Meseta Sky, ya sabéis, ese
macroproyecto dónde la Diputación de Valladolid malgastó 12 millones de euros y
que vulneraba la ley de Montes por lo que jamás pudo ser utilizado. No he podido recordar como en Tordesillas se
orientó la opinión de la gente para buscar un culpable que no fuera, ni quienes
firmaron las licencias, ni quienes promovieron la actuación. La culpa fue, para
un gran número de Tordesillanos, los ecologistas, argumentando que lo habían
denunciado porque en Tordesillas se celebraba el Toro de la Vega, un argumento
que carece de sentido, pero a la gente la valía, y a muchos les sigue valiendo.
¡Pobres ecologistas! Me dijo un profesor de la universidad cuando se lo conté.
Recuerdo que a mí me molestaba,
porque nunca vi ese proyecto con buenos ojos, me parecía un despropósito digno
de la fiebre de la construcción, y
además me parecía tremendamente irresponsable por parte de quien decía eso no
tener una postura de crítica hacia alcaldes, concejales y diputados
provinciales que se hacían fotos y aplaudían un proyecto que se saltaba la ley
y que tiró a la basura tantos recursos económicos. Puede ser que estuviera
conforme con aquella propuesta, dónde se pedía que ya que estaba construido
sería una ruina no utilizarlo, me parecía bien siempre y cuando hubiera
responsabilidades, si no legales (porque los gobernantes pueden derrochar
dinero de todos sin que se les juzgue, y muy gorda la tienen que liar), sí
políticas. A la vista está que ni las hubo, ni las habrá. Otra cosa es que yo no viera la rentabilidad de ese proyecto por
ninguna parte, hablando en términos de dinamización del territorio.
Creo que esta posición en la cual
no pasamos factura al derroche de dinero público es propia del español allá donde
esté, porque como se suele decir “Lo que es del común, es del ningún”. Pero que
encima se intente culpabilizar al mensajero y no se señale a los verdaderos
culpables, una vez más… En fin, como somos los tordesillanos.
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