Durante los meses de
verano hemos estado asistiendo a un debate vinculado a la actividad
turística que no debe caer en saco roto. Se está centrando en la
afluencia masiva de gente en un espacio determinado y sus efectos en
el cambio de estos, pasando de lugares residenciales a lugares
turísticos, y si bien ambas cosas pueden ser complementarias el
hecho de realizar una mala planificación turística dónde vecinos y
vecinas compitan con los turistas por recursos limitados es lo que ha
desembocado en la denominada “turismofobia”.
Pero sería interesante
que el debate no se quedara ahí, la actividad turística tiene
muchos más puntos para la reflexión. En primer lugar, la
utilización en los municipios, como cortina de humo, por parte de
las administraciones. Es decir, muchas veces los gobernantes utilizan
las actividades turísticas para tapar la gestión de los servicios
públicos y de la satisfacción de las necesidades básicas al
ciudadano, porque este tipo de actividades son actividades con
facilidad para la promoción (periódicos, radio, redes sociales...).
Mientras tanto los vecinos y vecinas pensamos aquello de “que de
cosas hace este Ayuntamiento”, cuando en realidad no lo necesitamos
porque, para la mayoría, hay otras prioridades o debiera haberlas.
En segundo lugar hay que
desmitificar aquello de que el turismo genera trabajo, porque es una
verdad a medias. El turismo está muy vinculado a la hostelería y a
la restauración, sí, y es cierto que estas se ven muy beneficiadas
de ello, se mantienen establecimientos y se generan puestos de
trabajo. Pero también es cierto que llegados a un punto óptimo
esto ya no ocurre (Un ejemplo: ¿Cuantos camareros puede haber detrás
de una barra por mucha gente que haya?). En el mismo sentido ¿que
puestos de trabajo se crean con el turismo? Es decir, el hecho de
que sea una actividad estacional, o concentrada en fines de semana debido a
que es cuando suelen tener lugar los eventos (porque es cuando la
gente dispone de tiempo libre), hace que no sea necesaria una gran mano de
obra más allá de esos días, por lo tanto se generan puestos de
trabajo precarios no compatibles con un proyecto de vida a largo
plazo.
En nuestro municipio, en
Tordesillas, no sufrimos ese impacto de grandes afluencias de
turistas que nos obliguen a los vecinos a competir en un mismo
espacio con ellos. El mayor malestar que puede generar todo lo
relacionado con lo que estamos hablando es a los vecinos del centro
del pueblo, ya que es ahí dónde se concentra la mayor parte de los
eventos. Pero si que sufrimos las otras dos cuestiones planteadas.
Es decir, las buenas cifras de visitantes a nuestro municipo, unidos
a la buena organización de las numerosas actividades que hay a lo
largo del año para atraer turistas, y también para el ocio de los
tordesillanos (algo que es necesario pues permite dinamizar el pueblo
y socializar entre los vecinos) no debe impedirnos juzgar la gestión
de los servicios básicos. Da la impresión de que no es son tan
importantes en nuestra escala de prioridades cosas como la gestión
del agua, el gasto en infraestructuras, que se caiga un edificio que
debía estar hace tiempo consolidado... como que no suba un encierro
un día de las fiestas o el concierto de tal o cual cantante.
Por otra parte, el
aumento de eventos que tenemos en Tordesillas, que buscan en gran
parte el aumento de visitantes, llega a un punto en que no da más de
sí y no va a generar más puestos de trabajo ni que se abran más
establecimientos. Por lo tanto, habrá que buscar otra alternativa
económica, sin perjuicio de todo lo relacionado con el ocio y el
turismo, que consiga absorber toda esa mano de obra que estaba
vinculada a la construcción y solventar los problemas económicos de
las familias.
La cuestión es ¿dónde
buscamos esa alternativa complementaria al turismo y el ocio? Estamos
esperando como “agua de Mayo” que nuestro polígono se llene de
empresas, pero la realidad es que eso no está ocurriendo y la
mayoría son empresas de servicios (requieren pocos trabajadores) que
ya estaban implantadas en nuestro municipio. No podemos esperar que
eso sea nuestra salvación, más aún cuando la cantidad de suelo
industrial libre en Castilla y León es muy alto, debemos buscar un
plan B aunque se siga trabajando en la promoción del polígono. Todo
esto, desde luego, no es fácil, hay que analizar nuestras
potencialidades y localizar nuestras debilidades para poder tener un
proyecto de futuro, y es un proceso difícil y que se une a otros
debates como son la Ordenación Territorial o el debate sobre la
despoblación, es decir, el de gestionar de manera más eficiente los
servicios y encontrar alternativas que reviertan la situación de
éxodo que está sufriendo las zonas “no urbanas”. Desde luego,
no hay fórmulas mágicas, pero no podemos buscar las soluciones en
lo que ha fracasado en el pasado o en las actividades que ya no dan
más de sí.
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