¿Cuál sería el debate mediático
si no existiera el “proces”? Esta pregunta me surge porque a lo largo de estos
meses he visto como siguen saliendo noticias en torno a tramas de corrupción,
los desahucios siguen existiendo (y para colmo hay un repunte de la burbuja),
las eléctricas siguen haciendo lo que quieren y para nada se plantean medidas
contra la pobreza energética, hay un giro autoritario de la legislación, el
paro empieza a ser estructural, no se han revertido los recortes en sanidad,
hay un proceso de asfixia a los ayuntamientos para que se lancen a la privatización
de servicios… Es decir, toda una lista de dramas y de escándalos que entre unos
y otros nos tapan con banderas.
Para colmo no hay un debate
sosegado, con datos, todo parece teatro, pero teatro que polariza y da alas a
quien no tiene que dar alas. Por una parte, tenemos a los independentistas, ideando
un relato engranado a través de una consulta que hubo sin garantías y empeñados
en hablar de que España no es un estado democrático, con su división de poderes
y mencionando constantemente a presos políticos. Refiriéndose a gente que está
en la cárcel por saltarse la ley, no por su forma de pensar, leyes, que, por otra
parte, desde el marco constitucional se pueden cambiar. Me parece un lenguaje
muy agresivo, aunque entiendo que estamos en campaña electoral.
Por otro lado tenemos a los
llamados constitucionalistas, más bien señalaría unionistas (porque también
Cataluña en Común quiere que se cumpla la constitución aunque quiera adaptarla
a los nuevos tiempos) o “nacionalistas españoles” a los que les ha venido esto al
pelo y piensan tensar la cuerda hasta sacar todo el rédito electoral posible,
en el caso de algunos, incluso, dándoles igual si crean un problema parecido en
el País Vasco, eso sí, luego con mencionar a Adolfo Suarez lo tienen hecho. No sé
qué nuevo pacto constitucional quieren hacer cuando desprecian la
plurinacionalidad del estado. Quieren, por lo tanto, solucionar el problema
territorial aplicando las mismas recetas que lo generaron, es decir, la
imposición de su idea de España.
Y detrás de eso, nos encontramos
con la problemática social: el drama de muchas familias que siguen sufriendo las
consecuencias de una crisis económica, que yo no sé si se ha acabado o no, pero cuyos efectos siguen estando muy presentes. Dramas con nombre y apellido. Sigamos
jugando al juego de las banderas mientras la fractura social es cada vez mayor.
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