De nuevo una alarma de un día de
duración. No es la primera vez que los indicadores demográficos señalan un
envejecimiento de la población, será la primera vez que el saldo vegetativo
total es negativo, pero es que se veía venir. La pregunta no puede ser, por lo
tanto, ¿Qué hacemos? tiene que ser ¿Qué hemos hecho hasta ahora? Porque antes
de abordar planes futuros habrá que ver de dónde partimos, y el hecho es que en
España, salvando Andalucía, hace tiempo que abandonamos las altas tasas de
natalidad y que se consiguió aumentar la esperanza de vida.
Personalmente no me creo el
discurso del “drama” demográfico, en todas sus vertientes, porque creo que ningún partido político con
capacidad de gobernar va a abordar el problema de raíz. En realidad es un
problema enraizado en el modelo de desarrollo económico que nos hemos dotado y
del que la oligarquía ha conseguido sacar rédito (la verdad es que es increíble
la capacidad de adaptación del capitalismo), desde estabilidad política
derivada de una gente mayor que es improbable que cambie el voto, hasta
ganancias económicas ya sean a través de gestionar desde lo privado las
necesidades de la tercera edad o empujando a la gente a contratar planes de
pensiones privados con el discurso del miedo. Es decir, toda una serie de
ventajas, para los que mandan que no van a querer perder.
Aun así, y aunque a base de una
gran inversión económica, se pudiera paliar la caída de la natalidad con una
política natalista importante (conciliación de la vida familiar, ayudas por
hijos, a la emancipación, permisos de paternidad y maternidad, incluso se
podría meter iniciativas para beneficiar al medio rural al respecto…), algo que
no está demás, tenemos que tener claro que solo con esto no bastará, y no
bastará porque hay una serie de elementos que no deben ser reversibles porque
están en la base de nuestro desarrollo.
Por una parte tenemos las causas
del aumento de esperanza de vida, de la caída de la mortalidad, como son
mejoras sanitarias, alimenticias, higiénicas, buenos hábitos para la salud… es
decir, una serie de mejoras que lógicamente deben seguir avanzando en la misma
línea.
Por otra parte nos encontramos
con la caída de la natalidad. Como antes he mencionado, si bien es cierto que
se puede aplicar una política de natalidad fuerte, lo cierto es, que ya no será
posible volver a las tasas de los años 70 cuando empezó a caer el número de
nacimientos por mujer, en gran parte debido a la progresiva liberación de
estas, algo que debe seguir en progresión: su incorporación al trabajo, a la educación,
la mentalidad de mujer moderna… Elementos que han hecho que ya no todas las
mujeres, parejas se planteen tener hijos y, si los tienen, haber atrasado mucho
la edad para ello con lo cual el número de hijos por mujer es menor.
¿Puede mejorar esto como
consecuencia de una política natalista fuerte? La respuesta es sí, pero no
basta, hay que mirar a nuestro alrededor, incluso a nuestro país, para
encontrar lo que ha funcionado. En nuestro país, concretamente, la caída de los
nacimientos por mujer ha ido cayendo y solo cuando España se convirtió en un
país receptor de emigración, de corte latinoamericano y africano, aumentaron
estas. Pero no solo en nuestro país, países del centro y norte de Europa se
beneficiaron de ello mucho antes. Por lo tanto, y aunque puede ser
controvertido, lo cierto es que, la experiencia demuestra, que la recepción de
inmigrantes es un seguro a la hora de combatir el sobrenvejecimiento. Como todo
tendrá otras consecuencias, negativas si es mal gestionada (competir por los
mismos recursos y servicios, choque cultural, utilización para precarizar el
empleo…), pero es algo que ya se ha demostrado que funciona desde el punto de
vista de aumentar el saldo vegetativo.
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