viernes, 15 de diciembre de 2017

El envejecimiento como negocio y sus posibles soluciones

De nuevo una alarma de un día de duración. No es la primera vez que los indicadores demográficos señalan un envejecimiento de la población, será la primera vez que el saldo vegetativo total es negativo, pero es que se veía venir. La pregunta no puede ser, por lo tanto, ¿Qué hacemos? tiene que ser ¿Qué hemos hecho hasta ahora? Porque antes de abordar planes futuros habrá que ver de dónde partimos, y el hecho es que en España, salvando Andalucía, hace tiempo que abandonamos las altas tasas de natalidad y que se consiguió aumentar la esperanza de vida.

Personalmente no me creo el discurso del “drama” demográfico, en todas sus vertientes,  porque creo que ningún partido político con capacidad de gobernar va a abordar el problema de raíz. En realidad es un problema enraizado en el modelo de desarrollo económico que nos hemos dotado y del que la oligarquía ha conseguido sacar rédito (la verdad es que es increíble la capacidad de adaptación del capitalismo), desde estabilidad política derivada de una gente mayor que es improbable que cambie el voto, hasta ganancias económicas ya sean a través de gestionar desde lo privado las necesidades de la tercera edad o empujando a la gente a contratar planes de pensiones privados con el discurso del miedo. Es decir, toda una serie de ventajas, para los que mandan que no van a querer perder.

Aun así, y aunque a base de una gran inversión económica, se pudiera paliar la caída de la natalidad con una política natalista importante (conciliación de la vida familiar, ayudas por hijos, a la emancipación, permisos de paternidad y maternidad, incluso se podría meter iniciativas para beneficiar al medio rural al respecto…), algo que no está demás, tenemos que tener claro que solo con esto no bastará, y no bastará porque hay una serie de elementos que no deben ser reversibles porque están en la base de nuestro desarrollo.

Por una parte tenemos las causas del aumento de esperanza de vida, de la caída de la mortalidad, como son mejoras sanitarias, alimenticias, higiénicas, buenos hábitos para la salud… es decir, una serie de mejoras que lógicamente deben seguir avanzando en la misma línea.

Por otra parte nos encontramos con la caída de la natalidad. Como antes he mencionado, si bien es cierto que se puede aplicar una política de natalidad fuerte, lo cierto es, que ya no será posible volver a las tasas de los años 70 cuando empezó a caer el número de nacimientos por mujer, en gran parte debido a la progresiva liberación de estas, algo que debe seguir en progresión: su incorporación al trabajo, a la educación, la mentalidad de mujer moderna… Elementos que han hecho que ya no todas las mujeres, parejas se planteen tener hijos y, si los tienen, haber atrasado mucho la edad para ello con lo cual el número de hijos por mujer es menor.


¿Puede mejorar esto como consecuencia de una política natalista fuerte? La respuesta es sí, pero no basta, hay que mirar a nuestro alrededor, incluso a nuestro país, para encontrar lo que ha funcionado. En nuestro país, concretamente, la caída de los nacimientos por mujer ha ido cayendo y solo cuando España se convirtió en un país receptor de emigración, de corte latinoamericano y africano, aumentaron estas. Pero no solo en nuestro país, países del centro y norte de Europa se beneficiaron de ello mucho antes. Por lo tanto, y aunque puede ser controvertido, lo cierto es que, la experiencia demuestra, que la recepción de inmigrantes es un seguro a la hora de combatir el sobrenvejecimiento. Como todo tendrá otras consecuencias, negativas si es mal gestionada (competir por los mismos recursos y servicios, choque cultural, utilización para precarizar el empleo…), pero es algo que ya se ha demostrado que funciona desde el punto de vista de aumentar el saldo vegetativo. 

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