lunes, 22 de diciembre de 2014

Las barreras de la felicidad

¿De verdad siendo consciente de los problemas de la humanidad se puede ser feliz? No quiero decir que no se deba disfrutar de la vida, que para eso está, ¿Pero hay de verdad gente que puede obviar esa realidad? Entiendo que los seres humanos luchamos por nuestro propio bienestar de forma individual y nos da igual lo que dejemos por el camino, no es que seamos egoístas es que vivimos en un gran sistema mundial que lo fomenta, sencillamente somos uno más. Todo el mundo occidental está paulatinamente adquiriendo los valores del mundo anglosajón, de la competitividad y de la prosperidad económica y social individual. El calvinismo elevado a la máxima potencia.

No es que tener una cierta ambición personal sea malo en sí, pero la historia nos enseña que los grandes avances se construyen de manera colectiva, no de manera individual por mucho que tu nombre perdure en el tiempo. ¿Acaso hicieron las revoluciones los que luego se llevaron la gloria? No, las revoluciones las hicieron las gentes, aunque necesitaran de las ideas de los primeros para ello.
 
Pensando solamente en el interés personal los individuos se deshumanizan, son incapaces de empatizar con los demás, se aíslan del mundo y levantan barreras mentales para evitar ver la realidad que les molesta. No es, por tanto, una locura pensar que individuos egocéntricos, interesados y deshumanizados, son capaces de construir estados y gobiernos egocéntricos, interesados y deshumanizados, que también levantan barreras, tanto físicas como mentales, para tapar la parte molesta de la realidad.

Estos gobiernos nos han hecho ver la pobreza como algo natural, como si fuera algo que no se puede cambiar y que además las personas sumidas en ella son personas fuera del sistema que no pueden participar en él. Está claro por qué, porque si participaran en él no les gustaría y serían una amenaza. El problema para los gobiernos viene cuando sus propios sistemas no pueden aislar a la gente de la pobreza, porque el funcionamiento del propio sistema condena a los que lo están sosteniendo a ella, y por lo tanto la gente empieza a notar que pierde calidad de vida y se rodea de gente con el mismo problema para solucionarlo, y muy destacable, con mucha gente que ya luchaba contra esos mismos problemas pero que los propios sistemas los silencian, porque como se ha dicho antes son una realidad molesta. Es decir la gente empieza a conocer lo que es la solidaridad, algo radicalmente opuesto al individualismo, pues es la cooperación entre personas interesadas y desinteresadas para solucionar una determinada patología social.

A mí como persona, como ser humano, lo que más me molesta de todo esto, es que tengamos que esperar a que se caiga todo el mundo que conocemos para empezar a derribar muros y ver la realidad y por lo tanto luchar para cambiarla. Hoy, como ayer, hay mucha pobreza que incluso siendo egoístas genera en el mundo occidental muchos problemas. ¿Por qué emigran de África a Europa? ¿Lo hacen por gusto? ¿Por qué aumenta la violencia y la conflictividad social en los barrios más degradados? ¿Por qué hay en los institutos determinados problemas sociales? Estas cosas no son sino síntomas de un problema mucho mayor, un problema que es sistémico, pero que tiene su origen en la propia mentalidad de los individuos, y por lo tanto solo cambiando la mentalidad se podrán cambiar los sistemas y se podrá combatir la pobreza.


Estos días cuando nos sentemos a comer y a cenar con nuestra familia deliciosos manjares, deberíamos pensar que, para que nosotros vivamos más o menos bien hay unos que viven mucho peor, que son la base de la pirámide de la sociedad mundial, en cuya cúspide están los grandes interesados en que esto siga igual. Y si de verdad somos humanos, deberíamos preguntarnos ¿Qué podemos hacer nosotros para cambiarlo? 

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