viernes, 18 de enero de 2019

De la ilusión a la desilusión


Siempre he sido muy descreído a la hora de votar, quizás porque he tenido ideas muy contradictorias durante gran parte de mí, quiero pensar, joven vida, posiblemente debido a lo que llamo “ideologización  forzosa” por parte del “pecero” de mi padre, que me inculcó desde pequeño una conciencia de clase,  y a desarrollarme en un entorno social muy conservador, del cual para nada renuncio, voté, por primera vez con ilusión, hace 5 años, en las europeas del 2014, fruto, también, de profundas reflexiones que tuve durante mis años cursando Geografía, y es que a mis profesores les encantaba hacernos pensar, y entre los compañeros nos picábamos a ver quién leía más libros marxistas.

Recuerdo, entonces, la ilusión de votar a Pablo Iglesias, porque no voté a PODEMOS, voté al chico normal, que vivía en Vallecas, que salía en la tele hablando de problemas de la gente de la calle, que no sonaba a esa izquierda tradicional que mucha gente rechazaba, y que hizo su lista electoral de forma totalmente abierta y democrática. Y también, debo reconocer, que voté con ganas de darle una colleja a Izquierda Unida, quien habría sido mi opción en otras circunstancias, aunque de forma poco ilusionante.

Después de eso vinieron otras elecciones y mi participación en movimientos municipalistas pensando que se podía cambiar algo. Recuerdo las municipales del 2015 como un recuerdo gratificante, como el niño que descubre un mundo nuevo, pero también recuerdo todas las desilusiones que han venido después y la desconfianza por la coalición “Unidos Podemos” pensando que por el camino nos dejábamos gran parte de los logros conseguidos pero que era necesario para asaltar los cielos. Pues bien, los cielos no se asaltaron y me da la impresión que después de no hacerlo la hoja de ruta de la izquierda era hacer lo que ha hecho siempre pelearse entre ellos y hacer coaliciones electorales apelando a una falsa unidad.  

Cinco años después de que empezara el terremoto electoral generado por la irrupción de PODEMOS no reconozco aquellos proyectos con los que me ilusioné, y coincide con la caída de la figura que nos hizo replantearnos que había otras formas de hacer política en las instituciones rebasando a los partidos políticos, y sus limitaciones. Ese chico normal que hablaba con la gente normal, ya no parece tan cercano, ya no parece tan diferente al resto y desde luego, su discurso se parece mucho al de la izquierda más tradicional, que ya fracasó. Te dás cuenta, que Pablo Iglesias, no era él solo, era gente como Luis Alegre, Íñigo Errejón, Carolina Bescansa o el propio Monedero, quien es el único que se mantiene a su lado.

Hoy, puedo decir, que ya no me fío, como votante de Pablo Iglesias, ni, desgraciadamente de los partidos políticos de los que, reconozco (no sé si con vergüenza), empecé a fiarme en 2015. Y hoy, desgraciadamente… me planteo, por primera vez, no votar… cosa que había hecho ilusionado y no ilusionado.

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