lunes, 15 de junio de 2015

"El apoltronamiento"

Escuché este fin de semana a alguien decir “¿Qué tendrá el sillón de la diputación que nadie lo quiere dejar?” Dentro de esta irónica y graciosa pregunta hay toda una filosofía de denuncia de lo que es “la vieja política”, que, desgraciadamente he visto de cerca por haberme embarcado en un proyecto que me ha quitado horas que tenía reservadas para otros asuntos, estudios y demás cosas aburridas.

He de decir que en mi experiencia más cercana no estoy hablando del ámbito municipal, donde me he encontrado muy a gusto formando parte de un proyecto de unidad vecinal, quizás empleando más tiempo del que hubiese deseado. Es un problema que tengo, cuando me comprometo con algo me comprometo hasta el fondo, así si luego todo sale mal la ostia es mucho más grande.

No soy tan inocente como para pensar que en los movimientos y partidos políticos no hay luchas por el poder, pese a haber visitado hace poco las “cloacas” de la política, se interpretar el mundo. Pero lo que yo no pensaba es que pudiera haber tanta mezquindad y juego sucio. Tiene que ser duro para la gente que quiere, o queremos (que no estoy seguro de querer participar en estas guerras barriobajeras), cambiar todo desde dentro, es decir dentro de las herramientas para participar en el sistema. Supongo que cuando uno está dentro de una organización demasiado jerarquizada al final el juego de ser más que el otro y de que te feliciten por una o otra cosa, o incluso de tener un sueldazo, pues a muchos les tiene que producir euforia (una adicción más que combatir). Es lógico pensar, por lo tanto, que las ideas que vociferó y promocionó el 15M, aunque ya existieran previamente, ponen en cuestión estas estructura en beneficio de una sociedad que ansía participar en las decisiones que les afectan como ciudadanos.

¿Cuál es el problema? Pues que para participar en esas decisiones es necesario tener un equilibrio entre la frescura y la ilusión de los movimientos sociales y la jerarquización y burocracia de los partidos políticos. Lo que se llama estar con un pie en la calle y con otro en las instituciones. Ahora bien ese equilibrio hay que conseguirlo, y es complicado que quien lleva mucho tiempo en la poltrona, alejado de nuevas ideas que surgen del fervor popular, quiera ceder terreno. Lo cual es legítimo, lo que no es correcto es utilizar técnicas poco éticas para lograr tus fines, intentar emponzoñar y manipular procesos democráticos o intentar desacreditar a la gente por entender que nuevas formas son necesarias en nuevos tiempos.


He de decir que no me ha gustado lo que he observado con mis ojos, admiro mucho a quien lleva años partiéndose la cara con los “dinosaurios” para cambiar las cosas, sobre todo por las malas jugadas que tienen que aguantar, yo no sé si podría llegar tan lejos. De momento estoy ahí apoyando a gente que por capacidad y valentía está claro que en esto son más útiles que yo, no sé dónde estaré mañana, pero ojalá logremos limpiar la cloaca, porque si seguimos dependiendo del apoltronamiento no va a ser posible que haya cambio alguno.

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