Orgullo es una palabra que en
nuestro país utilizamos con demasiada alegría, que ofrecemos fácilmente a echos
bastante triviales, algunos lo confunden con admiración, otros sencillamente lo
utilizan para confundir a los demás.
Entiendo, que sin ser algo
innato, uno sienta orgullo por su familia o sus amigos, al fín y al cabo son
las personas gracias a las cuales, a sus recuerdos y acciones con ellos, uno llega
a definir su personalidad y definirse como persona. Pero lo que no podré
compartir jamás es que uno se sienta orgulloso de vivir en un territorio
delimitado por fronteras.
Para los que no aguantamos
sentimientos patrios aburdos, los días de Eurocopa postfutboleros han sido un
auténtico calvario, sin duda nos hemos deleitado por el juego y las victorias
de los futbolistas de la selección, pero de ahí, a enarbolar un país en el que
el paro, la corrupción y la incompetencia política están generalizadas, hay un
gran paso.
Los españoles tenemos las
desgracia de ser fruto de nuestra historia, un pasado negro en forma de
dictadura que ha marcado por completo un sentimiento de pertenencia a una
nación, que tiene que convivir con otros sentimientos patrióti os en el mismo
estado, un conflicto polítio que no quiere ser tratado por los españolistas,
poseedores de la verdad absolut. A pesar
de esto, no creo que el problema sea este, sino el paro, el desarraigo social,
la calidad sanitaria…. Pero es mucho más fácil para los gobernantes tapar esto
en torno a una azaña deportiva que una a ricos y pobres, a católicos y hateos,
a obreros y burgueses, en el mismo saco cuando evidentemente no son los mismo.
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