Hay una premisa feminista
que dice “La revolución será feminista o no será”. Se trata de
un lema que tiene más significado de lo que parece porque no solo
reivindica el papel del feminismo para empoderar a la mujer con el
objetivo de conseguir una igualdad real, sino también realza que
para conseguir esa deseada igualdad hace falta un cambio profundo, ya
que los problemas son estructurales, es eso lo que, desde mi punto de
vista, hace que el feminismo sea un movimiento asociado a la
izquierda.
Personalmente no tenía
pensado ir a la manifestación, supongo que por parte del desencanto
que tengo hacia todo lo relacionado con la política, pero al final
fuí con una amiga. Lo primero que pensé fué “que frescura”,
mujeres de todas las edades protestando, con alegría, ilusión y
convenciadas, ahí estábamos hombres como yo, en una posición
totalmente subalterna y se nos notaba, pero era agradable ver toda la
energía que se desprendía a nuestro alrededor. En cuanto ví todo
aquello el famoso lema me vino a la mente, a pesar que,
sorprendentemente, no ví ninguna pancarta dónde lo pusiera, pero
seguro que alguno habría. Y eso que yo hace mucho que no creo en
revoluciones. Aunque tuviera lazos con tradicionales formas de
protesta y reivindicación toda la jornada era algo nuevo, que
además, resultó ser un éxito que asustó a los partidos políticos
más críticos al respecto, y sobrepasó al resto y a organizaciones
sindicales, que, salvando excepciones no supieron muy bien como
actuar.
Se trató por lo tanto de
algo nuevo y que, el hecho de haber sido tan exitoso, abre la puerta
a un futuro que, para muchos, puede ser ilusionante. Y todo esto a un
año del próximo ciclo electoral. Si bien, todo esto, viene
precedido de otras movilizaciones, sería increiblemente simbólico
que fuera el punto de partida de un proceso de participación y
protesta que vuelva a poner en el eje del tablero mediático los
problemas sociales.
Por otra parte, pudiera
ocurrir, que un proceso de participación popular genere una reacción
tan fuerte que fracase y alimente las posiciones más conservadores
del Estado, generando regresión en las posiciones conquistadas, como
ha pasado con Cataluña. Aunque esto me parece menos probable.
Sea como fuera, quizás
esto sea el comienzo de una inyección de oxígeno a próximas
protestas sociales y a los partidos de izquierda, muy castigados por
el debate identitario que ha beneficiado a las posiciones más
reaccionarias del país. Aunque si que parece complicado que las
opciones políticas actuales sean capaces de rentabilizar todo este,
hipotético, capital electoral que se podría generar, y es que, de
la misma forma que los métodos de protesta se reinventan también lo
deberán hacer las herramientas para llevar sus propuestas al
gobierno. Lo que está claro, es que lo que venga, ya no podrá hacer
oídos sordos al feminismo, las mujeres tendrán que ocupar un papel
relevante.