Austeridad es una premisa básica
en política, todo gobierno y administración pública debe ser austera,
entendiendo austeridad como la buena gestión de los recursos públicos. El
problema es que esto no ha ocurrido, las administraciones públicas han sido una
fuente constante de grifo de dinero a ninguna parte: infraestructuras
innecesarias, sueldazos de cargos públicos, medidas de gasto populistas de
nuestros gobernantes… han hecho que, unido a la mala elección del modelo
productivo y la permisividad de la corrupción, estemos en una situación de
crisis económica, social y política sin precedentes.
Con esto de la mano, aquellos que
han permitido el despilfarro, se están erigiendo ahora como los héroes que
tienen la fórmula indiscutible para sacarnos del sótano oscuro en el que ellos
mismos han nos han encerrado. Para ello, profanan le principio de austeridad, y lo transforman en una ley económica,
sustituyendo la política por esta en la cúspide del sistema democrático. Así la
austeridad se convierte en un elemento con el que el liberalismo adelgaza la
capacidad del estado y por lo tanto la protección que este puede ofrecer a sus
ciudadanos.
En este camino, el Partido
Popular, partido del gobierno, está desmontando el débil estado del bienestar
que habíamos construido, cada consejo de ministros es un día negro en nuestro
país y los ministros parecen aislados en una burbuja que les impide ver el sufrimiento
que generan en la gente, e intentan suavizar con palabras los latigazos que,
con su mano, lanzan hacia la población.
El próximo, o uno de los
próximos, ataque a los ciudadanos, será la “reforma” de la ley de dependencia,
o lo que es lo mismo, la precarización de la ayuda a la dependencia, que no significa, ni más ni menos, que una mayor
presión sobre las familias y sobre las personas, a las que el gobierno, culpa
con esta medida de sus situación física o mental. Unas personas que irán a más pues
el envejecimiento de la sociedad no parece que pueda parar, unido, no solo a un ciclo demográfico moderno, sino a la imposibilidad,
por situaciones económicas, de la población fértil de tenerlos o a la huida del
país de los jóvenes.
La ministra de sanidad Ana Mato,
famosa por no saber de dónde sacaba el dinero su exmarido imputado en la trama
gúrtel, salió a darse un baño de masas, en la Fundación FAES, presidida por José
María Aznar, y hablar de cómo la reducción de gasto social será lo mejor para
el estado del bienestar, es como el que dice que si entierras monedas crecerá
un árbol, es decir, cuentos para incrédulos. Para empezar se unificaran los
criterios autonómicos, independientemente de que crea que esto significa una
menor capacidad de decisión de las comunidades autónomas, que saben mejor que
el gobierno central las necesidades de los ciudadanos (también es verdad que
aún mejor lo sabrán las administraciones locales), a uno se le viene a la
cabeza si la ministra quiere unificar criterios “a la madrileña” o “ a la
andaluza”, porque en esto de la ley de dependencia se ha demostrado que
dependiendo el territorio, todavía hay clases. Además, en esta reforma, por no
llamarla contrarreforma, se encarece de una forma estratosférica el gasto para
la asistencia, así subirá el copago para la prestación de servicios o ayudas a
domicilio o centros de día, los menores discapacitados que necesiten recibir atención
dejarán de estar extentos de pagar y sus padres, que como cualquier familia
española nadarán en la abundancia, deberán hacerlo, en el mismo sentido sí la
pensión de los dependientes en las residencias no alcanza para pagar la plaza,
la vivienda computará como aval . Pero en esta reforma, no solo son atacados
los receptores de al ayuda, puestos a empobrecer ¿Por qué no hacerlo también a
los trabajadores? Así la nueva reforma también prevé una importante rebaja de
las ayudas económicas de las cuidadoras familiares.
A la vista de esto, parece claro,
que el gobierno, como ya hicieron sus antecesores, sigue apostando por culpar
de la crisis a las clases baja y media, quizás porque si miran un poco más alto
su bolsillo estaría en peligro.
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