Recuerdo que cuando estaba en el
instituto en una asignatura optativa denominada “Taller de Prensa” , tenía una
profesora de lengua española y literatura, a la que se la notaba apasionada e
involucrada en el tema, y así era capaz de transmitirnos conocimientos… a pesar
de ser funcionaria, y por consiguiente para algunos culpable de la crisis… ahí
dejo eso. Dicha profesora cometió el acierto de ponernos en clase una película americana
denominada “La Cortina de Humo”, donde gracias a las actuaciones de un gran Dustin Hoffman y un maravilloso Robert De
Niro, se contaba como a pocos días de las elecciones un asesor de la
casa blanca contrataba a un productor de Hollywood para que juntos gastaran millones en hacer creer a los estadounidenses que había una guerra con Albania,
con el único objetivo de desviar la atención de unos supuestos abusos sexuales
que habían salpicado al presidente de los Estados Unidos (a veces la realidad
supera a la ficción ¿no os parece?).
El caso
es que viendo las manifestaciones que han tenido lugar en Cataluña sobre la separación
de esta con España y la radicalización
de los discursos nacionalistas, esta película me ha venido a la cabeza. Dicho
sea de paso que no creo en nacionalismos, no creo que las diferencias
existentes entre las personas se deban a banderas, a fronteras naturales o
administrativas o a hablar en idiomas diferentes. Soy más de la opinión, para mi una realidad incuestionable, de que las diferencias las marcan los límites
socioeconómicos, el hecho de que desgraciadamente y a pesar de lo que se ha
conseguido durante años, y que con la crisis se está destruyendo, la diferencia
de unos y otros la marca el tamaño de la cartera, porque al fin y al cabo el
dinero puede hacer que se pueda acceder a una calidad educativa mejor, como a no tener que depender de la
incertidumbre de una beca, o a tener una más rápida atención en la sanidad
privada siempre y cuando no sea nada grave, por
no mencionar la posibilidad de acceder a una vivienda o a tener una
brillante y meteórica carrera política. Y todo esto ocurre, con sus matices, en
cualquier país del llamado primer mundo, imaginémonos las diferencias que puede
haber en lugares como Sudáfrica.
Ahora
bien, independientemente de esto, es llamativo ver la radicalización del
discurso independentista, más aún cuando el principal partido de Cataluña, CIU,
estaba siendo cuestionado por sus políticas de recorte económico y por inercia
de derechos a los ciudadanos. Un partido, que hay que recordar que no puso reparos
en apoyar las políticas económicas del PP o del PSOE, políticas que han
desembocado en la coyuntura actual. Es mucha casualidad que en plena caída de
popularidad del gobierno de la Generalitat, un partido que, a pesar de su
ideología nacionalista, siempre había andado en este sentido con pies de plomo,
caiga ahora en el discurso populista del “yo soy catalán” al estilo del “yo soy
español”. Se escudan en dos cuestiones:
·
La primera masificación
de la manifestación del día de la diada, una manifestación, en la que no dudo
que hubiera una gran parte de personas entregadas a la causa separatista, pero
en la que sin duda la gran diferencia en lo referente a la cantidad se debe a que muchos fueron como indignados,
gente que necesita creer en algo cuando a su alrededor mira con rabia la
situación económica, social o política actual, una buena masa fácilmente moldeable
por los gobernantes catalanes.
·
La segunda
cuestión, es el ya recurrido pacto fiscal, el echo de hacer creer a la
población que la situación económica actual de Cataluña se debe a tener que
ayudar a los ciudadanos de otros territorios menos favorecidos por la historia
o más castigados por una incapacidad de sus gobernantes. En vez de hacer
autocrítica y entender que no se debe a un tema de mayor o menor solidaridad
sino a un tema de mala gestión de los fondos públicos. En este sentido, amén
que le pese a Arthur Mas no se diferencian mucho del resto de políticos de
España, teniendo siempre en cuenta por mi parte que las generalizaciones son
odiosas.
¿Qué quiero
demostrar con esto? Pues ni más ni menos que a los políticos catalanes, les
cuesta, al igual que a los del resto de España, hacer autocrítica y mirar para
otro lado que no sea el indicado por los Bancos alemanes, es decir que no sea
la política de ajuste. Prefieren correr una cortina de humo, como es el
discurso nacionalista, con el que desviar la atención de la gente, mientras
siguen aplicando políticas en detrimento de las clases bajas, y así utilizar el
populismo como flotador para seguirse perpetuando en el poder.
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