Hoy, esperando a una persona,
estaba tomando un café tranquilamente mientras
leía en un periódico la crónica relativa al último pleno municipal de
Valladolid, con el fallido soterramiento de fondo. Mientras repasaba las
intervenciones de los protagonistas acusándose se me ha venido a la cabeza
aquella canción de Rosendo que decía: “Montan la barraca y venga tiroriro, Y
toma traca y daca y luego yo no he sido, claro!” Sé que es injusto, pero así ha
sido.
Quizás es esa injusticia de meter
a todos en el mismo saco la que me ha empujado a escribir esta entrada, pues el
soterramiento del tren nunca ha sido algo que me haya motivado, incluso jamás
me ha gustado. De hecho recuerdo que mientras hacía la carrera era un recurso
de debate frecuente, y al principio, sin ponerlo en duda, me parecía como un
intento de tapar algo que formaba, de forma tan importante, parte de la
historia de Valladolid, como si fuera algo vergonzoso, ¡Joder, que soy de
Tordesillas y me hubiera encantado tener tren! Un recurso ideal para viajar por
diferentes puntos de España alternando vistas de paisajes urbanos, rurales,
industriales, de montaña… y que te deje, si no se ha cometido el error de sacar
el tren fuera de la ciudad, en el mismo centro de las ciudades. Por supuesto,
que terminé de pensar mal sobre el soterramiento cuando me enteré de que esto
iba a impedir un corredor de cercanía entre Medina del Campo y Palencia (que le
voy a hacer, no soy de la City).
Aun así, al final no va a poder
ser, y poco me importa el por qué y quienes son los culpables, que yo lo tengo
claro (al fin y al cabo los problemas que surgen ahora han sido sembrados mucho
tiempo atrás). Y de pronto nos damos cuenta de que hay alternativas, de que se
puede integrar el tren en la ciudad, y no borrarlo de forma vergonzante (porque
eso es el soterramiento), ampliando los túneles haciéndolos más seguros y
accesibles, al igual que las pasarelas. Ojo, y aún precio mucho más económico.
Y si nos paramos a pensar ¿no es eso más lógico? ¿Qué nos han hecho creer? Parecía
que el soterramiento era el árbol que nos impedía ver el bosque. Y al pararte a pensar, te das cuenta que entre
todo ese “toma y daca y luego tiroriro” emerge la voz de la sensatez en forma
de concejal de urbanismo y piensas: “al Saravia este hay que escucharlo más”.
PD: No creo que vuelva a escribir sobre este tema... No me va.
Muchas gracias por el artículo, es muy interesante conocer también la opinión de gente que no vive en la ciudad, además de aportar argumentos interesantes.
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