Una de las cosas más polémicas
que están teniendo lugar en Tordesillas es la inversión de más de medio millón
de euros (de momento), por parte del Ayuntamiento, para convertir un inmueble
de la iglesia, bastante degradado, en un auditorio.
Al leer las dos noticias me ha
venido a la mente una coplilla del
cancionero popular castellano: “Los curas y taberneros son de la misma opinión:
cuantos más bautizos hacen más dinero va al cajón” Pidiendo perdón de antemano
por si alguien se siente ofendido, lo que está claro es que si en el folklore
castellano hay tantas letras poniendo énfasis en las contradicciónes del sector
eclesiástico será por algo.
El poblamiento de Castilla y León
se caracteriza por un montón de pequeños municipios de carácter rural
esparcidos a lo largo de un vasto territorio, y la mayoría de ellos habitados
por menos de 500 personas. Como dice un amigo mío en los pueblos los primeros
pobladores primero hicieron la Iglesia y luego ya las casas para vivir y, por
supuesto, el bar, haciendo clara alusión a la fisionomía de un pueblo
castellano y al carácter religioso de sus habitantes. Luego ya vinieron los
planes de desarrollo rural de las Diputaciones e hicieron piscinas a diestro y
siniestro y pistas de frontón (sorprende las cosas de las que somos capaces
cuando nos da por pensar).
En estos pueblos vive una
población fundamentalmente envejecida (sobre todo en invierno), gente que ha
vivido una adquisición de valores en una España muy conservadora y católica, y
que, por lo tanto, y sobre todo en el caso de las señoras, son de misa regular
en su Iglesia de toda la vida, la cual, como edificio antiguo, necesita un
mantenimiento. La iglesia, se convierte pues, en un espacio socializador
importante en el medio rural (por mucho que le pese a algunos es así). Los
domingos de misa y vermut… aunque poco a poco nos vamos centrando más en lo
segundo.
Alguien podría pensar que eso es
problema de cada pueblo, pero no, no lo es, el patrimonio es universal, es de
todos, independientemente de donde se encuentre. Y las Iglesias y hermitas son
patrimonio, aunque esté en manos privadas, son estilos arquitectónicos propios
de una época pasada que nos dan ideas de cómo era la sociedad del pasado. Puede
ser que en la época que vivimos no demos importancia a la iglesia de un
determinado municipio, pero lo mismo dentro de unos años se convierte en una
moda porque hay una peculiaridad en su construcción que en otras no hay.
Por otra parte, aunque seamos tan
insensibles con el patrimonio que prefiramos que se caiga (conozco gente con
esa idea hacia cualquier cosa que tenga cruces en su interior), lo que está
claro es que un propietario debe mantener su patrimonio y no puede dejar que se
arruine. Ahora mismo el Arzobispado entiende que es un problema tanto
patrimonio y no piensa soltar un duro para arreglarlo, prefiere que se caiga y
llevarse todo lo que hay de valor en su interior (total en el arzobispado no
poseen una vinculación con el territorio). Ya me parece mal que la
administración tenga que pagar dinero para evitar la ruina ajena, ¿pero que
encima sea casi la totalidad? Me parece indecente.
Recuerdo una anécdota que cuenta
Julio Anguita que le ocurrió al llegar a la alcaldía. Le mandó una carta el
Obispo pidiendo financiación para
arreglar la Mezquita y este le dijo que vale pero que a cambio el
ayuntamiento tendría ciertos derechos. El Obispo se negó y Anguita dijo que
entonces no había dinero público a cambio de nada. El problema es que
normalmente son los representantes de las administraciones los que van a pedir,
no es el obispado y ahí los segundos se muestran inflexibles, porque a estos
los pueblos no les importan nada y a la administración, aunque sea porque sus
habitantes son votantes, les tiene que importar. Pero al final, de lo que no se
da cuenta el Arzobispado, es de que la mayor fuerza que tiene, la tiene en las
zonas rurales y que, con esta actitud “egoísta”, está cabreando a mucha gente.
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