Desde que se anunciara en la
conferencia de presidentes, a bombo y platillo, que se iban a poner a trabajar para
poner soluciones al fenómeno de la “despoblación”. Como siempre la administración,
tarde, mal y nunca, ante un problema que es la otra cara del sistema económico
del que nos hemos dotado: industrialización, urbanización y tercerización.
En este tema, y tal y como señala
Fernando Manero, quizás debamos poner en valor el trabajo de muchos geógrafos
al respecto, que una vez más, ante lo moderno siempre pone el foco en lo que el
resto de la gente no ve. El “ojo del geógrafo” que nos decían nuestros
profesores en la carrera, en alusión a esa capacidad que se va desarrollando a
lo largo de los cursos para ver el mundo de forma integral (o por lo menos lo que ellos se proponían como objetivo a la
hora de enseñar).
Pero independientemente de este homenaje
a una formación que me dio una serie de técnicas y que permitió abrir mi mente,
lo cierto es que lo que en esa conferencia se anunció me pareció más slogan que
otra cosa. Y lo digo porque creo que es un problema que requiere soluciones más
complejas de las que un gobierno del PP o del PSOE están dispuestos a afrontar, y
desde luego porque en un mundo globalizado, el problema no depende solo de
lo que se haga en Valladolid, Castilla y León o España, el problema también
tiene sus causas “globales” ( A vueltas con la Despoblación). Algo que la Unión Europea también ha entendido. Aunque
cabe señalar que la UE lleva años, a través de los fondos estructurales,
intentando combatir estos problemas y fomentar el desarrollo rural. A la vista
está, que al igual que las acciones de las diputaciones, ha habido un rotundo
fracaso y que hay que plantearse seriamente cambios en la aplicación de esas políticas.
Siempre señalaré, en este sentido, que las políticas a favor del turismo rural
que hubo antes de la crisis, fueran la gran oportunidad perdida. Es decir, que
se han intentado cosas al respecto y se ha invertido mucho dinero en ellas,
pero el balance nos indica que debemos partir de cero, en un momento donde los
recursos son menores, y donde no parece que desde la administración entiendan
la gravedad del problema. Mucho me temo que al final la solución pase por
conceder ayudas a actividades que no generan dinamismo, es decir, lo mismo de
siempre.
Esta conversación la tuve hace
unos días con un par de compañeros de la carrera, donde se tienen las buenas
conversaciones, en una mesa de un bar con unas cañas, y en las cuales al final se acaban
diciendo cosas poco coherentes pero divertidas. Como aquella vez que propuse,
para solucionar los problemas de despoblación de Soria, convertir esa provincia
en un gran parque temático para la tercera edad. El caso es que mis
interlocutores coincidían conmigo en el análisis pero eran más optimistas que
yo en los objetivos. Que le voy a hacer si cada vez creo menos en las acciones
de las administraciones. Me recordaron “el chico que fui”, y es cierto que
cuando me conocieron siempre esperaba algo más y era más ambicioso. Pero ahora
no, y en este caso concreto, soy pesimista y tengo claro que el problema no se
va a solucionar porque no estamos dispuestos a cambiar las cosas de una forma
radical, y digo radical porque el problema de la despoblación, entendiendo por
esto el fruto del éxodo rural, es un problema innato al sistema, al modelo de
desarrollo que tenemos y por lo tanto, para revertir esa situación no solo hay
que “regionalizar” o “aislar” el problema, es algo mucho más complejo.
Hay que tener claro de que
estamos hablando, es un fenómeno que ocurre en las zonas “no urbanas” (que se
me perdone la expresión, que no me gusta, aunque me vale para excluir los
espacios urbanos y periurbanos), porque a día de hoy, el fenómeno de la
despoblación en estas zonas es algo que viene de largo, que no es momentáneo o “coyuntural”
como puede ser el proceso de pérdida de habitantes que se tiene en el mundo
urbano (que no se limita solo a las capitales), ya que en este caso habrá que
ver si en situaciones económicas favorables estas zonas siguen perdiendo
población, o no, como es el caso de esos espacios sacudidos por el vaciamiento
demográfico.
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