Aprovechando la tarde de viernes,
y reconociendo que tenía que estar estudiando, he decidido darme tres horas de
descanso para aclarar un poco mis ideas. En este proceso no he podido evitar
mirar hacia atrás y posicionarme en el mes de Febrero, cuando mi única
preocupación eran unas oposiciones, que a día de hoy sigo teniendo pendientes,
y salir de fiesta con mis colegas (a los cuales les agradezco que a día de hoy
me sigan aguantando). No era ajeno a la actividad política, de hecho este blog
es ejemplo de ello, pero ni me planteaba acercarme a ella, más allá de debates
con amigos y conocidos y lecturas, que lo único que hacían era reafirmarme en
mi apuesta (tan solo con el voto, eso sí) por PODEMOS.
Llegó el viernes, salí de la
biblioteca y desganado, aunque con una extraña expectación, entré en el salón
de actos del Ayuntamiento. Sentados en las butacas había más gente de la que
esperaba, a lo que yo pensé “¿podrá funcionar un proyecto que plante cara al PP
y al PSOE?”, a la mayoría conocía de vista, a unos pocos no, aunque tan solo
tenía la confianza para hablar con 2 o 3. Presidiendo ese acto me encontré a
cuatro personas, 3 de ellas nuevas para mí (con 2, curiosamente, luego he
desarrollado una gran relación personal). Pronto comprendí el proyecto se
trataba de hacer una asamblea “Toma La Palabra” al estilo de lo que IU estaba
impulsando en Valladolid. La idea me gustó, desde la distancia y a través de
las noticias conocía ese proyecto de unidad de la izquierda que desde hace
tiempo venía siendo necesario, además, y aunque era consciente de las
limitaciones que en Tordesillas supone hoy por hoy la marca IU, para mí su
presencia siempre ha sido señal de garantía ideológica, pese al desencanto que,
hacia estos, ha crecido en mí (lo sé, es raro, pero soy un nudo de
contradicciones, y desde que estoy en Toma La Palabra más todavía).
Aunque al terminar la reunión me
gustó la idea, salí rápidamente de allí pensando que había demasiada variedad
ideológica sentada en las butacas y que no se iba a conseguir nada, eso sí, si
se conseguía tendrían mi voto, pero nada más, francamente no quería complicarme
la vida sabiendo además la oposición que iba a tener por gente cercana a mí.
Pasó el fin de semana y el lunes
me crucé con el mismo hombre entrañable y me dijo que el viernes habría una
reunión en el bar el cruce para empezar a tomar contacto con el proyecto. Yo me
armé de valor para decirle que no quería participar, pero lo que me salió fue un
“allí estaré” y continué mi camino pensando “que tonto soy, me dejo liar”.
Pasaron los días y fui cogiendo
confianza dentro de la asamblea, así como, siempre iba a ellas con mi ordenador
pues acudía desde la biblioteca donde me gusta estudiar, así que me
encasquetaron la realización de actas. A pesar de la paliza que me di (tanto en
el desarrollo como en las reuniones previas, aprendí bastante realizando el
programa electoral, quizás lo más constructivo por el enriquecimiento intelectual
que supuso para mí. Todo esto a la vez que aumentaba la ilusión, no solo mía,
sino de todos aquellos que seguíamos estando al acabar el proceso electoral,
porque por el camino fue habiendo bajas (más o menos esperadas). Tuvimos
capacidad para hacer unas primarias, lo cual visto con perspectiva fue un error
(pero esto es algo que pienso ahora), y con ello no quiero contradecir el
espíritu de la nueva política, tan solo señalar que las herramientas son útiles
o inútiles dependiendo el contexto. Pero lo cierto, es que, en ese momento
surgió el primer problema que comprobé, creo que carecíamos de un alguien que
quisiera encabezar la lista, personalmente por falta de confianza y por miedo,
y eso derivó en problemas posteriores vinculados a la confianza que íbamos
teniendo entre unos y otros y a la creencia de que había una serie de postulados
en los cuales todos estábamos más o menos de acuerdo (tales como la listas
cremallera). Sin duda esta variedad de opiniones nos ha ocasionado problemas,
pero sí que es cierto que en general ha resultado positiva pues ha permitido
que nuestras propuestas tengan diferentes puntos de vista.
Empecé a salir a la provincia a
tomar contacto con otros compañeros y candidaturas de toma la palabra, en las
denominadas asambleas provinciales, algo que al principio no me gustaba en
exceso y es que la primera impresión es muy importante. En este sentido
recuerdo cuando 4 compañeros de Tordesillas fuimos a Boecillo, muy expectantes,
y a las primeras de cambio nos recriminaron el Toro de la Vega, la verdad es
que no fue buena toma de contacto, aunque yo no lo tengo en cuenta, supongo que
las cañas que nos tomamos después pulieron algo de aspereza. Luego vinieron
otras asambleas y, al igual que me pasó en Tordesillas, fui conociendo a gente increíble
de las que he aprendido mucho, también a gente no tan increíble que representan
lo que yo siempre he visto en la política “apoltronamiento” viejas formas.
Llegó la campaña electoral y
surgió el primer problema, no habían llegado los carteles ni el material (así
que aproveche para quedarme al inicio de campaña de Valladolid Toma La
Palabra), pasaron los días y seguían sin llegar y cuando llegaron la verdad es
que no estábamos contentos con el resultado, así que los miembros de mi
asamblea nos rascamos el bolsillo e hicimos carteles y pancartas bastante más
vistosos. Nos lo pasamos como niños pegando carteles, quedábamos entre semana
por la noche y acabábamos a las 3 tomando una cerveza y hablando así como
contando anécdotas, si es cierto que estos momentos no los hubiera cambiado por
nada y establecí un vínculo con estas personas más allá de tensiones en
asambleas.
Las elecciones municipales nos
dieron una concejal, y a través de ella nuestro trabajo, en general, no está
siendo malo, lo que pasa que nos fallan las formas y en la política del gesto
eso es demasiado importante, y a día de hoy eso ha generado demasiada
controversia en la asamblea que ha ido minando poco a poco la ilusión y el
número de efectivos de la asamblea.
Por otra parte seguí manteniendo
contacto con la gente de la provincia y acudiendo a asambleas provinciales,
allí quizás tuve la experiencia más desagradable, y es que tocaba repartir
puestos en diputación, y aunque fue de forma democrática pues creo que el
proceso no fue todo lo limpio que debía ser. Tuve ganas de dar un paso atrás,
pero una charla durante la noche de San Juan me echo para atrás, de hecho creo
que supuso un impulso para que me involucrara más en la labor de Toma La
Palabra provincial.
A día de hoy, aunque han pasado
pocos meses, no puedo evitar hacerme preguntas del estilo ¿Qué habría pasado sí…?.
Cierto es que los buenos momentos y mucha de la gente que he conocido, así como
las nuevas amistades no las cambio por nada, pero siendo yo una persona que se
toma muy “a pecho” todo los malos ratos me han afectado demasiado… tengo un
amigo que me dijo, con la intención de que lo dejara, que yo no valgo para esto
que tengo demasiados principios, y cierto es que he comprobado que para mucha
gente eso es un problema, otra persona me dijo que he pasado de ser una persona
dogmática a ser práctica (no estoy seguro de que eso me guste). Lo que tengo
claro es que he cambiado algo, he tenido un proceso de enriquecimiento y de
confrontación de ideas (que a día de hoy todavía continua), y que se pasa bastante
mal, cierto es que desconfío de la gente que no es capaz de tener constantes
procesos de reflexión, yo los tenía antes pero ahora son demasiado fuertes. Esto
me ha hecho plantearme muchas veces “¿Qué coño pinto aquí?”, máxime cuando además
veo que la escalada de tensión que hay en la asamblea de Tordesillas puede
conducir a su disolución, o a que nos quedemos cuatro y no puedo evitar pensar
que yo tengo algo que ver.
En general tengo que decir que la
experiencia ha sido positiva, pero es el momento de plantearse muchas cosas,
porque como me dijo un familiar sobre este “cacao” mental que tengo “las cosas
duran lo que tienen que durar”.
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