Como persona joven que cree en
los valores de la izquierda, hace ya cierto tiempo que me alejé del PSOE, sus
actuaciones antes de la crisis (con la bajada de impuestos a las clases altas,
el mantenimiento de la ley del suelo del PP, la permisividad y relaciones con
banqueros y grandes empresarios…) y durante la crisis (reforma laboral, rescate
a bancos, amnistía fiscal…) han hecho que me quede claro, que hoy por hoy, sus
acciones, no están en la senda de lo que significan sus siglas.
Seguramente por eso, he mostrado
poco o escaso interés por las elecciones a la secretaría provincial de
Valladolid. No obstante, abrir el domingo el periódico, y ver como Cecilio
Vadillo había tenido que presentar su candidatura en una cafetería al lado de
la sede socialista, porque esta estaba cerrada, me hizo mostrar cierto interés.
No es la primera vez que desde el
poder establecido en el PSOE se intenta bombardear a los que no están
“alineados” con él, acordémonos Borrell, Tomás Gómez, o en nuestra comunidad,
el tan querido por sus vecinos Carlos Martínez (alcalde de Soria). Y es que,
cuando se trata de conseguir un nicho de poder en el PSOE se produce una lucha,
que además de hacer palpable una falta de democracia y transparencia interna
palpable, suele acabar con la victoria del aparato del partido, sino es en la
elección, después de ella. A veces, salvando las distancias, las acciones
internas de los partidos políticos recuerdan a las acciones de Hitler y Stalin
para controlar toda la estructura del partido desde sus sillones.
Todo indica que el proceso de
elección del secretario provincial no va a ser una excepción, miembros
destacados del poder en el aparato, como la portavoz parlamentaria o el senador
por Valladolid, ya han apoyado a Javier Izquierdo, que unido al apoyo, lógico,
de Oscar Puente, queda claro quién es el favorito de Rubalcaba y López. Pero
Vadillo ahora ha conseguido algo que Izquierdo no tiene, que es esa cercanía a
la ciudadanía. Lejos de su gestión como subdelegado del gobierno, en la cual no
voy a entrar, el hecho de que haya sido otro el elegido por Ferraz, unido a la
imagen de humildad en una cafetería, hace, que gente idealista como yo lo vea
como el caballero que va a enfrentarse a gigantes, como el guerrillero que
desafía al poder o como el hombre que lucha contra la tiranía. Y eso a los
izquierdistas trasnochados nos gusta, claro que los izquierdistas trasnochados
perdieron hace tiempo la confianza en el PSOE.
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