Escuché este fin de semana a
alguien decir “¿Qué tendrá el sillón de la diputación que nadie lo quiere
dejar?” Dentro de esta irónica y graciosa pregunta hay toda una filosofía de
denuncia de lo que es “la vieja política”, que, desgraciadamente he visto de
cerca por haberme embarcado en un proyecto que me ha quitado horas que tenía
reservadas para otros asuntos, estudios y demás cosas aburridas.
He de decir que en mi experiencia
más cercana no estoy hablando del ámbito municipal, donde me he encontrado muy
a gusto formando parte de un proyecto de unidad vecinal, quizás empleando más tiempo
del que hubiese deseado. Es un problema que tengo, cuando me comprometo con
algo me comprometo hasta el fondo, así si luego todo sale mal la ostia es mucho
más grande.
No soy tan inocente como para
pensar que en los movimientos y partidos políticos no hay luchas por el poder,
pese a haber visitado hace poco las “cloacas” de la política, se interpretar el
mundo. Pero lo que yo no pensaba es que pudiera haber tanta mezquindad y juego
sucio. Tiene que ser duro para la gente que quiere, o queremos (que no estoy
seguro de querer participar en estas guerras barriobajeras), cambiar todo desde
dentro, es decir dentro de las herramientas para participar en el sistema.
Supongo que cuando uno está dentro de una organización demasiado jerarquizada
al final el juego de ser más que el otro y de que te feliciten por una o otra
cosa, o incluso de tener un sueldazo, pues a muchos les tiene que producir
euforia (una adicción más que combatir). Es lógico pensar, por lo tanto, que las
ideas que vociferó y promocionó el 15M, aunque ya existieran previamente, ponen
en cuestión estas estructura en beneficio de una sociedad que ansía participar
en las decisiones que les afectan como ciudadanos.
¿Cuál es el problema? Pues que para
participar en esas decisiones es necesario tener un equilibrio entre la
frescura y la ilusión de los movimientos sociales y la jerarquización y
burocracia de los partidos políticos. Lo que se llama estar con un pie en la
calle y con otro en las instituciones. Ahora bien ese equilibrio hay que conseguirlo,
y es complicado que quien lleva mucho tiempo en la poltrona, alejado de nuevas
ideas que surgen del fervor popular, quiera ceder terreno. Lo cual es legítimo,
lo que no es correcto es utilizar técnicas poco éticas para lograr tus fines,
intentar emponzoñar y manipular procesos democráticos o intentar desacreditar a
la gente por entender que nuevas formas son necesarias en nuevos tiempos.
He de decir que no me ha gustado lo
que he observado con mis ojos, admiro mucho a quien lleva años partiéndose la
cara con los “dinosaurios” para cambiar las cosas, sobre todo por las malas
jugadas que tienen que aguantar, yo no sé si podría llegar tan lejos. De
momento estoy ahí apoyando a gente que por capacidad y valentía está claro que
en esto son más útiles que yo, no sé dónde estaré mañana, pero ojalá logremos
limpiar la cloaca, porque si seguimos dependiendo del apoltronamiento no va a
ser posible que haya cambio alguno.
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