Juan Manuel Sánchez Gordillo es
uno de esos políticos incapaz de dejar a alguien indiferente, desde el momento
en el que uno ve su característica imagen de barba alargada estilo combatiente
de Moncada y palestina al cuello para definir su lado de la trinchera la mente
ya te predisposiciona tu opinión a favor o en contra dependiendo de tus códigos
morales. Pero no solo la imagen puede generar relevancia y Sanchez Gordillo lo
sabe bien, esta imagen de comunista utópico es acompañada por acciones que
rompen los moldes de este sistema y que demuestran que desde el asamblearismo y
la rebeldía la política puede solucionar los problemas que genera el
capitalismo salvaje.
Se puede decir que Gordillo, como
la mayor parte de los vecinos de Marinaleda, se han ganado su pequeño paraíso,
su isla roja, a base de palos. Conquistaron la tierra que cultivan de forma
pacífica y legítima, rozando la ilegalidad, muchas veces dentro de ella como se
hace cada vez que hay que conquistar derechos que el sistema, esa verdad de la
que nadie puede salir, nos niega. Acordémonos de porque tenemos democracia o un
sistema de salud pública o derechos laborales, no fue porque nuestros abuelos o
padres se quedaran sentados mientras veían pasar los años, fue porque
desafiando la injusticia, que en este caso vestía de militar y llevaba bigote, decidieron
levantarse y salirse de la legalidad que ofrecía el sistema.
Hoy las cosas no son diferentes
en su esencia, tenemos democracia, sí, pero no la democracia que un día
arrebataron al pueblo y por la que tanto se luchó y murió. Tenemos una
democracia en la que a través de un sistema electoral que favorece el bipartidismo
sin generar alternativa ninguna, a los ciudadanos se nos ofrece elegir entre zipi
o zape, sin posibilidad de que afloren nuevas ideas, y da igual a quien elijas
porque al final el resultado es el mismo viene un señor gordo, en este caso
señora con acento alemán, con un sacudecolchones a ponerte firme.
Hoy Sanchez Gordillo ha saltado a
la luz como un Robin Hood de aspecto guerrillero, para con su compañeros del
Sindicato Andaluz de Trabajadores y su gesto quitándole alimentos a un
supermercado que cada día se desace de miles de ellos y dárselos a los que lo
necesitan, conseguir que nos fijemos en que el sistema capitalista, ahora en
crisis, ha abandonado a miles de personas, pero que todavía hay viejos
revolucionarios a dispuestos a luchar por ellos.
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