Las elecciones andaluzas han
supuesto una constatación de que las políticas contra el estado del bienestar
están pasando factura al partido popular, pero además también han constatado
una desconfianza de los andaluces al PSOE, derivada no solo de la bochornosa corrupción de los
EREs sino de una visión decepcionante de su gestión de la crisis.
No voy a negar que, desde mi
punto de vista, esto es una agradable noticia, no por los motivos que llevan a
la caída de los dos partidos mayoritarios, sino porque esto genera, a la vez,
la aparición de alternativas al bipartidismo, que, sin duda, es uno de los
grandes problemas de España, pues bloquea la aparición de ideas diferentes a lo
que, por ejemplo, ha sido el modelo productivo que nos ha estallado en la cara,
ese modelo vinculado al ladrillo y a la apuesta por las actividades de escaso
valor añadido.
Esta alternativa surgida en
Andalucía es Izquierda Unida, un partido que ha pasado de 6 a 12 diputados en
la asamblea andaluza, y que, se convierte así, en decisivo a la hora de elegir
al nuevo presidente. O al menos eso es lo que se nos vende desde los medios de
comunicación, lo importante es si gobernará el candidato del PP o el candidato
del PSOE. Esa es una posición errónea, la elección no se puede hacer en torno a
unas siglas o una persona, se debe hacer a través de propuestas programáticas,
porque es en los actos donde se demuestra la ideología no en las siglas. Pero
este es un debate que no interesa, porque PP o PSOE no son solo partidos son
intereses, entre otros de los medios de
comunicación, encargados de trasladarnos la información ya elaborada para que
nosotros no comentamos el “error” de pensar y crearnos nuestra propia opinión.
En este sentido un debate abierto, que tuviera gran repercusión, sobre propuestas
y actos podría suponer que la gente se diera cuenta de que los dos grandes
partidos de este país no se diferencian en tanto, en lo que a políticas se
refiera, ya que, sin desmerecer determinadas acciones de corte social, lo
cierto es que ambos apostaron por el modelo de ladrillo, ambos apostaron por la
desregularización de la banca, ambos se niegan a avanzar a hacia un sistema
electoral más proporcional, ambos se han accedido a convertirse en correa de
transmisión de los poderes financieros, en vez, de plantarles cara… y así un
sinfín de acciones que han llevado a nuestro país a la situación actual.
¿Entonces donde radica la
diferencia entre el PP y el PSOE? Pues sin duda en su base social, y es que, no
se puede negar, que en su mayoría, las bases del PSOE son gente de izquierdas.
Gente con conciencia de clase, que aplauden las políticas de izquierdas, pero
que acaban ratificando con su voto las numerosas acciones nefastas del PSOE por
un sentimiento de militancia absurdo que convierte al individuo en un siervo
del partido, por la aceptación del discurso del “voto útil” utilizado por los “socialistas”
para justificarse ante las personas a las que han defraudado y que estos no
busquen otro árbol en el que cobijarse, o por la aceptación de esa nuevo dogma
de que no hay más alternativa que las políticas impuestas por los poderes
financieros.
Atendiendo a todo esto ¿Qué debería
hacer izquierda unida? Está claro que el PP es de derechas, así lo ratifican
sus políticas, sus propuestas y su militancia, y a la derecha se la combate. Pero ¿y el PSOE? ¿Debe
ser digno este partido del apoyo de la izquierda? Este partido está metido en
tramas de corrupción, cada vez que llega al poder se olvida de la pana, se
niega a cambiar un sistema con un cierto déficit democrático, se pone a los
pies de los banqueros… Ante esto, izquierda unida debe actuar de acuerdo a los
ideales que defiende. No es un secreto que muchos simpatizantes y militantes de
IU participan en los actos del 15M, que entre otras cosas, pide que los
partidos sean más abiertos y asamblearios, pues eso es lo que tiene que hacer
IU, organizarse a través de asambleas de afiliados y simpatizantes para que,
tras un debate profundo se tomen iniciativas siempre teniendo en cuenta que
desde cualquier posición el deber de IU es avanzar hacia un sistema más justo,
tanto en lo democrático, como en lo
social, ya sea desde un gobierno, desde la oposición o en la calle. Entiendo
por tanto que debido a su naturaleza es imposible entrar a formar parte de un
gobierno con el PP, a la vez que es imposible el apoyo en una investidura para conformar
un gobierno estable, lo cual no quita que si no hay alternativas no se pueda
aplicar la abstención, pese a que los grupos de comunicación luego intenten
aplicar el término pinza. Por su parte el PSOE jamás debe de ser de antemano
una opción con la que pactar, si después de unas elecciones el resultado
requiere de pactos, la izquierda deber garantizar el desarrollo de un programa a
favor de la clase trabajadora y si los socialistas se oponen a ello pues no se
puede dar apoyo, ya que no se puede ayudar a aquellos que van aplicar la tenaza
contra los trabajadores. Es por ello que es destacable la iniciativa que tomó
la dirección de IU Extremadura de consultar a las bases, que optaron por la
abstención frente a lo que era un gobierno bajo unas siglas de las que no se
puede esperar que organicen una revolución, como es el PP, o un gobierno de
aquellos que durante los años que estuvieron en el gobierno no realizaron los
cambios valientes para avanzar hacia una sociedad más justa.
Pero todo este debate, que en las
bases está surgiendo, no está siendo escuchado en la dirección de IU, tanto en
Andalucía como en España, hacen oídos sordos, y proponen una consulta
descafeinada, y algo teatral, pues ya llevan días negociando con el PSOE
andaluz. Da la sensación de que los líderes de IU tienen un gran complejo de
inferioridad y que tienen un miedo atroz a lo que puedan decir medios afines al
PSOE. Son en este sentido muy diferentes a los Julio Anguita, Felipe Alcaraz o
Antonio Romero, que en su momento no tuvieron inconveniente en plantarle cara
al PSOE y a toda su maquinaria propagandística.
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