Uno de los grandes desafíos que
tiene Castilla y León, y que ni mucho menos es nuevo, es el desafío de la
Ordenación del Territorio. De hecho ya nadie esconde que la actual forma de
vertebrar nuestra comunidad ha sido un auténtico fracaso, de no ser así, no
habría esa carencia de servicios en el medio rural y la situacióne no sería
tan dramática.
Es curioso que cuando se ha
puesto el grito en el cielo por la despoblación que sufre el mundo rural, cabe
destacar que hace tiempo que los geógrafos lo llevan denunciando (pero claro ya
sabemos el poder mediático de Jordi Evole y de los grandes titulares de
periodistas), no se ha señalado como un factor clave la Ordenación del
Territorio. Y es extraño, porque aunque en los debates siempre “revolotea” por
el aire la OT, lo cierto es que no hay una señalización clara a esta.
Si un servidor fuera algo “desconfiado”
podría pensar que es que a la agenda mediática le interesa que se hable de
despoblación pero no de vertebrar el territorio de otra forma. ¿Por qué? ¿Por
qué no se dice claramente que lo que hay ahora es “una mierda” y se abre la caja de los truenos? Pues porque
si el foco mediático se pone sobre la OT impediría a la Junta de Castilla y
León sacar a la luz con total tranquilidad la nueva Ley de Ordenación del
Territorio que tienen en el horno (que
la sacarían igual, porque a estos “se la Pela”, solo que con más problemas).
Una buena Ordenación territorial
es fundamental en la lucha por la despoblación y en la construcción a largo
plazo de lo que queremos ser como Comunidad Autónoma. Se trata de buscar
cohesión territorial, económica y social, de dotar de infraestructuras y
servicios los diferentes espacios y de explotar sosteniblemente los recursos
del territorio. En definitiva, algo que está en la base de la lucha contra la
llamada “demotanasia” (palabra que no me termina de gustar). Pero por el
contrario la Junta de Castilla y León nos presenta una ley alejada de la
realidad de la comunidad, pues omite a las comarcas tan presentes en nuestra
comunidad y donde se muestran lazos culturales, históricos y económicos. Y centra la
ordenación en las llamadas Unidades Básicas de
servicios del territorio. Pero al final, lo que se pretende, no es ni más ni
menos que seguir la filosofía de la Ley Montoro, es decir, atentar contra el
poder municipal y aplicar el principio, liberal, de las economías de escala,
dónde se supone que los recursos son más eficientes si sirven a una mayor
concentración de población, lo cual está demostrado que es mentira, ya que la gestión directa de servicios por municipios pequeños
saneados es más barata. Pero de esta forma, se permite que las diputaciones
ganen poder, y que cada vez más servicios de los municipios sean gestionados
por unos organismos de “dudoso” carácter democrático y que intentarian externalizar
la gestión de estos, a través de consorcios provinciales. Por lo tanto se ve la
intención de la Junta, no solo en no querer solucionar el problema de la
despoblación sino en querer entregar a negocios privados los servicios al
ciudadano. Se trata pues, de una ley ideológica y poco realista para afrontar
los problemas de la región.
Frente a esta hay
alternativas, que cuanto menos pasan por democratizar administraciones como la
diputación, pero sobre todo por atender a la realidad territorial de Castilla y
León y al concepto tan arraigado de comarca,
con el objetivo de dinamizar económicamente el territorio y mejorar la
prestación de servicios públicos esenciales así como corregir los desequlibrios
territoriales cada vez más acentuados. Para ello, no cabría otra cosa, que
iniciar un proceso de descentralización de competencias desde las diputaciones
a los municipios, que tendrían en las cabezas comarcales sus centros de
servicios, sobre todo de aquellos servicios que afectan directamente al
ciudadano. Sin olvidar, que esta prestación de servicios requeriría de una
nueva forma de financiación municipal. Es decir, una nueva Ordenación
Territorial que diera autonomía a los municipios y a los territorios para poder
potenciar y tomar iniciativas de desarrollo rural y local atendiendo a sus
potencialidades. Una forma de gestión más cercana al ciudadano, más
participativa ( si se hace correctamente) y con un mayor control de estos sobre
los servicios pues serían los ayuntamientos los que los gestionarían
directamente.
Lo que quiero decir
con esto, es que, en pleno debate sobre la despoblación, con la ley de la Junta
sobre OT están, una vez más, señalando cuáles son sus prioridades, y no es la
lucha contra el vaciamiento demográfico del mundo rural, ni mucho menos, sino
la privatización y el negocio con los servicios públicos. Y que, esto está
ocurriendo sin que haya una contestación y alarmismo de la sociedad, a pesar de
que nos echamos las manos a la cabeza por un problema tan unido como es el de
la despoblación.
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