Desde que surgiera PODEMOS se ha
puesto encima de la mesa el debate sobre la plurinacionalidad del estado. No es
un tema tema trivial, pues en la sociedad española ya no está en cuestión el
cambio de un gobierno por otro, sino el cambio, o apertura, de todo entramado
del estado. Al fin y al cabo somos muchos los que no vivimos la transición
aunque la hayamos estudiado y entendamos las dificultades del momento.
Debo reconocer que no creo en los
nacionalismos, de hecho me preocupan cuando se producen el choque entre unos y
otros por sus consecuencias. Soy de los que piensa que no hay un sitio mejor
que otro y que uno se siente ligado a un lugar porque ahí tiene “su gente”, sus
recuerdos, su vida… y que las divisiones son de clase, no por dónde se nace. Dicho
de otra forma, hay veces que pienso “que pena de revolución Jacobina debió
haber tenido lugar en España” (aunque enseguida me arrepiento).
Pero la realidad es la que es, y
lo cierto es que nuestro estado está configurado por un montón de identidades,
sea como fuera eso hay que tenerlo en cuenta (algo parecido me pasa con la
religión, dónde por convicción sería laicista, pero por practicidad soy
aconfesional). Hay territorios que están muy vinculados a una identidad
concreta, otros que empieza a surgir ahora (quizás por una política
regionalista que se ha ido de las manos) y otros que se asocian con la idea de
la España más rancia, quizás porque el “españolismo” ha utilizado sus símbolos.
Pero lo cierto es que hay varias identidades nacionales y que el hecho de que
muchas hayan desarrollado una fuerza capaz de negociar o confrontar con las
estructuras constitucionales hace que debamos plantearnos si hay que abrir la
caja de los truenos.
Si que voy a reconocer a los
nacionalismos 3 cosas:
1- En
los momentos en que la izquierda en nuestro país ha estado más perdida, el
refugio en el discurso identitario ha permitido mantener ciertas cuotas de
relevancia.
2- Que
es evidente, que cuando ha llegado la reacción desde la izquierda a la crisis
económica y a la globalización, ese discurso que apela a los valores de cada territorio
y a la soberanía de estos se hace cada vez más efectivo.
3- En
la crisis de nuestro país, el envite del nacionalismo catalán puede abrir
grieta por dónde se cuelen movimientos como PODEMOS, pues es imposible que los
viejos partidos tengan la valentía de afrontar ese problema de una forma que no
sea la de apelar constantemente a la unidad del estado.
Es cierto, que el PSOE reconoce
la plurinacionalidad de España, ¿pero puede articular un discurso y unas
políticas que la garanticen? Si queremos un estado plurinacional hay que
reconocer la soberanía de cada uno de los pueblos que forman parte del estado y
dejarles elegir su camino. Cosa, que el PSOE no tiene capacidad de hacer sin
romperse, se ha acabado ya la etapa aquella de reconocer la diferenciación de
determinados territorios a golpe de “dinero”.
Claro, también surge la pregunta
de ¿Qué pueblos forman el estado español? Ahí ya habría mucho debate, porque la
izquierda puede caer en el buenísimo y abrir un abanico que no es tal…
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