Es triste, pero es así, nadie
puede negar que ya no nos extrañamos cuando día tras día oímos que un diputado,
alcalde, concejal, consejero o cualquier otra persona vinculada con la llamada,
para mí erróneamente, “clase política” está implicado en casos de corrupción o
que posee privilegios dentro de la legalidad.
Personalmente me levanto todos
los días con el sonido de los informativos radiofónicos, y mientras desayuno,
suelo leer las noticias en internet, y si algo está claro, es que hemos pasado
a otro plano, bastante más profundo de la crisis, un plano en el que los medios
ya no son capaces de parar los casos de malas prácticas que salpican a la
política, se constata que la crisis económica se mezcla perfectamente con una
crisis democrática. Porque, durante años, estas prácticas han estado ocurriendo
y la sociedad y los medios o no nos hemos querido dar cuenta, o si lo hemos
hecho lo hemos justifica de forma vergonzosa (echando balones fuera,
ratificando al político de turno, diciendo que todos lo hacen…).
¿Cómo es posible que hayamos
llegado a esta situación de degradación? La respuesta es fácil, la culpa de
todo la tenemos nosotros, la sociedad, que hemos preferido olvidar nuestros
deberes morales como ciudadanos. Hablo, sobre todo, del deber que como
ciudadanos, de obligar a los políticos a cumplir sus promesas dentro del marco
de la ética y la moral, ya no hablo de legalidad, porque dentro de esta se
pueden hacer las mayores tropelías posibles, y si no solo hay que mirar donde
están los poderes económicos responsables del expolio ciudadano… ninguno ha
pisado prisión.
Sí, sé que es mucho más fácil que
echemos toda la culpa a los diputados y demás miembros de la casta, que no diré
que están exentos de ella (a ver si ahora me van a linchar… en la plaza pública
eso sí, que se note el 15M), pero si nosotros hubiéramos censurado la primera
mentira (acuérdense del no a la OTAN) a la segundo ya se lo hubieran pensado,
si nosotros hubiéramos parado los pies a los partidos en el primer caso de
corrupción, aunque fueran 5000 pesetas, al siguiente ya no se habrían
corrompido y habrían tirado por la ventana a cualquier persona que vinera
dispuesto a entregar el sobre. Claro que eso suponía levantar la vista e
inquietarnos abandonando el partido del futbol, la tertulia del corazón o la
partida y copas del bar que nos permitía una situación acomodada.
Tenemos que empezar a pensar, que
los ciudadanos tenemos más poder del que creemos, pero claro tenemos que
inquietarnos un poco, informarnos y cabrearnos.
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